La Vanguardia (1ª edición)

La victoria invisible del criminal de guerra

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Radovan Karadzic pasará el resto de sus días en prisión. Sin embargo, el antiguo líder de los serbios de Bosnia se lleva consigo una victoria en forma de fronteras. La misma que se llevó a la tumba el presidente serbio Slobodan Milosevic, quien también pasó por el Tribunal Penal Internacio­nal para la ex-Yugoslavia. En los acuerdos de paz de Dayton, ambos lograron transforma­r las líneas del frente de guerra en las fronteras que separarían a las dos entidades en las que se divide la Bosnia actual y que han convertido al país en un ente muy difícil de gobernar en el que la República Serbia de Bosnia y la Federación Croata Musulmana viven de espaldas. Una división que nada tiene que ver con el mapa étnico de antes de la guerra, sino con las líneas que demarcaban su plan de limpieza étnica. La ciudad de Srebrenica, en la que Karadzic ordenó al general Ratko Mladic la matanza de al menos 8.000 musulmanes ante la mirada y la pasividad de los cascos azules de la ONU, sería un ejemplo de su macabra victoria. Situada en el valle del Drina, una región de mayoría bosnia antes de la guerra, apenas unos centenares de sus antiguos habitantes han regresado a esta ciudad que en su día tuvo unos 40.000 vecinos. A pesar de eso, miles de ellos continúan censados.

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