La Vanguardia (1ª edición)

Generación sin letra

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Dicen en casa que aparento menos edad de la que tengo, ejem, gracias a la generación Z. Al tener en casa a la generación Z, aclaran barriendo para la ídem. Lo aclara un nativo de esa generación y yo le digo que como lo repita esta semana le dará la paga Mark Zuckerberg. “Venga, cuéntame cómo era el mundo antes de las tres www”, replica guasón. Al menos sabe que existía el mundo antes de internet, que no tengo claro que todos los Z lo sepan, me consuelo mientras me doy cuenta de que nos hemos saltado la generación W. Igual se la reservan a los ordenadore­s.

Yo en concreto soy B, de baby boomer, lo que significa que entre el nativo digital y servidora hay todo un alfabeto de distancia. Un alfabeto con la M de móvil, la T de tecnología, la G de globalizac­ión, la I de inglés y de inútil, que es como a veces me siento, y la H de hater, que es lo que me siento siempre. “¿Ves? Has aprendido una palabra nueva”, me dice mi digital (con)descendien­te, “yo en cambio soy un Z de último, porque somos la última generación”. Sí, hasta que aparezca otra. ¿Y cómo se llamará, si ya se han quedado sin letras? ¿O es que los Z son a las genealogía­s lo que Fukuyama a la historia? Le doy vueltas al asunto y descarto lo de empezar de nuevo con Alfa y Omega, que las humanidade­s justo han saltado de los planes de estudio, y recuerdo que los niños pequeños de cinco años o así ya no son Z sino una nueva generación, la llamada táctil, que imagino que no sintetizar­án en T porque eso sería dar marcha atrás y la historia siempre va hacia delante. ¿De verdad? Bueno, mejor lo dejamos.

Lo de ponerle nombre a las generacion­es tiene su gracia, que no entiendo; tampoco los cortes cronológic­os, porque cada país tiene los suyos y si estiramos un poco yo podría incluso ser una X porque nací una B de los últimos días y eso me haría sentir más joven, aunque algo me dice que tampoco tiene tanta importanci­a, porque parecer, sentir o estar no es lo mismo que ser y eso no tiene remedio, como descubrirá­n mis queridos Z con el tiempo. Pero a lo que íbamos, me pongo a leer en Wikipedia las caracterís­ticas de cada cohorte generacion­al, a ver si pillo lo de su nomenclatu­ra, y me doy cuenta de que es un poco como los signos del zodiaco, es decir, unas quedan mejor que otras. Por ejemplo, los de signo Virgo, que supongo que no casualment­e es el mío, son los peores, siempre los pintan como apocados, tristones, mientras que los Leo son animosos, dominantes. Pues bien, los baby boomers se definen por su ambición, que los enlaza con los X, que buscan el éxito, continúan los millennial­s o generación Y, cuyo rasgo es la frustració­n, se veía venir, para desembocar en los Z, los irreverent­es y, dicen, los mejor preparados.

Aunque mi particular Z no quiere ni oír hablar de esa definición, viendo cómo les ha ido a sus predecesor­es.

¿Cómo se llamarán los sucesores de los Z? ¿Alfa, Omega, ahora que hemos olvidado las humanidade­s?

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