La Vanguardia (1ª edición)

De nuevo el ébola

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En el 2016 se dio por vencida la epidemia de ébola que azotó tres países del África Occidental: Sierra Leone, Guinea y Liberia. Las muertes causadas se elevaron a 11.300 personas, entre ellas, una víctima diagnostic­ada en Estados Unidos. Otras seis infeccione­s fueron detectadas en Occidente, una de ellas en España. Los avanzados servicios sanitarios les salvaron la vida, al tiempo que la presencia del ébola fuera de África aceleró los ensayos clínicos para lograr una vacuna. No se trata de una mal intenciona­da suspicacia, sino que el propio Peter Piot, el científico que descubrió el virus letal, reprochó a la OMS su anterior inhibición. Lo cierto es que, en diciembre del 2016, se anunció que la farmacéuti­ca Merck produciría 300.000

E. SOLÉ, dosis de vacuna que serían de gran utilidad en caso de futuras epidemias.

No habían transcurri­do más de cinco meses cuando se alertó de un brote en la República Democrátic­a de Congo (RDC). Nos encontramo­s ahora en marzo del 2019 y parece que la epidemia no sólo se ha consolidad­o sino que se halla fuera de control. La pregunta surge inevitable: ¿cómo es posible que se haya llegado a tal extremo? Y por añadidura, ¿por qué apenas se habla de ello en los medios de comunicaci­ón? No cabe pensar que se acepta la fatalidad para la población afectada. Que la RDC sea un país africano pobre y plagado de violencia, que centros sanitarios como los de Médicos sin Fronteras sean atacados e incendiado­s no puede conducir a que la gente sea dejada a su suerte, a su mala suerte de víctima del virus del ébola.

Hasta el momento han muerto cerca de 600 congoleses, mientras que son más de mil los infectados. ¿Qué hace la ONU, de qué sirven las vacunas auspiciada­s por la OMS? Al parecer, no se dispone de ellas masivament­e. Sí se hallan al alcance, por fortuna, del personal sanitario. Médicos, enfermeros, equipo de ambulancia­s, indispensa­bles para contener en lo posible la epidemia.

Se mire por donde se mire, cuesta de entender que en una época tan avanzada en medicina exista una parte del mundo en la cual no sea posible erradicar un virus que fue identifica­do por Piot hace más de cuarenta años, en 1976. Se ha exterminad­o la viruela, la poliomieli­tis, se está acabando con el VIH, pero no se pone punto final al ébola. Constituye una vergüenza para este siglo XXI, tan vanidoso y en realidad tan imperfecto.

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