Arte, robots y policías
Las demostraciones innovadoras marcan el trigésimo Saló de l’Ensenyament
El Saló de l’Ensenyament cumple treinta años mostrando una creatividad, casi circense, inusitada. Es una feria, en su sentido más literal, constituida por paradas que ofrecen a miles de chicos y chicas la experiencia de transportarse al mundo laboral, al que apenas se han acercado. Una aproximación sensorial a ese universo imaginado, que de tan etéreo, parece suspendido en un plano paralelo.
Así que la emoción es máxima por parte del joven público que pisa estos días la Fira de Barcelona en Montjuïc (el Saló de l’Ensenyament termina el próximo domingo). Y tanto acuden a un stand para ponerse en la piel de un piloto de F-1 con un videojuego de realidad virtual (gracias a los alumnos de Centre de la Imatge la UPC) como retratan en libretas de dibujo a unas chicas modelos apiñadas tras un marco de cartón. El gremio de carpinteros construye un puente de madera sin utilizar clavos que aguanta pesos equivalentes a los que pueda tener un automóvil. Un guapo cocinero italiano “asalta” a los visitantes “¿Conoces Hoffman?” y se despide con un “Ciao, bella”. Aquí y allá, robots, al estilo de los creados por los alumnos de tecnología de formación profesional de Salesianos, que regala una moneda de chocolate si aciertas el enigma ideado por un futuro ingeniero.
Acullá, maquillajes, para cine y teatro, espectaculares, como los que luce Dídac, el modelo que aparece en la foto de Xavier Cervera tras la mujer barbuda y que ilustra este reportaje. “El curso de grado medio atrae a chavales entusiastas con mucho talento”, explica Noelia González, de Cazcarra, “y a otros que con la práctica creativa dejan atrás el fracaso escolar”. Tendrían que hacer inglés, considera, porque muchos terminan trabajando en el extranjero. “Pero les disuade un currículum que incluya, de entrada, idiomas”, afirma, franca.
En esta feria el mayor puesto de todos es el Espai Ciència y uno de los más visitados –aunque el que se lleva la palma, sin duda, es el de Casa Tarradellas, cuyo horno trabaja a destajo para atender a enjambres de chicos atraídos por su olor. Espai Ciència, organizado por la Fundació Catalana per la Investigació i la Innovació promueve las vocaciones científicas con talleres, actividades interactivas y experimentos .
No todo es exhibición. Hay “mercaderes” más serios. Las universidades, por ejemplo, que explican su oferta de grados (el salón de másters y posgrados se abre hoy).
Los campus también conocen la forma de llegar mejor a sus alumnos potenciales. Escasean los adultos con semblante serio y abundan los jóvenes universitarios a disposición de los adolescentes para explicar lo que estudian, las prácticas, las salidas profesionales... “Buf, es un subidón, ya me veo en la UPF estudiando ADE”, dice Marc, corazón desbocado al dar un primer pasito en el puente que enlaza a esa realidad imaginada que ahora es la universidad.
Así está Carlos, alumno de 2.º de bachillerato, frente al puesto de los Mossos d’Esquadra, tan concurrido o más que el de las otras policías (y militares). “Probablemente se convoquen oposiciones este año y eso atrae a muchos chavales”, explica Sònia, arma al ristre (“estamos en alerta 4”, justifica su superior). Muchos tienen las series policíacas en su imaginario. la propia Sònia entró en el cuerpo por la ficción de CSI. “Una vez dentro ves el amplio abanico de unidades especializadas que existen, como delitos informáticos o laboratorio científico”. Eso también preguntan las chicas. “Las mujeres somos ya el 20% de la plantilla”, dice, orgullosa de pertenecer a esa minoría creciente.
“Buf, es un subidón, ya me veo en ADE”, dice Marc, de bachillerato, tras escuchar a un estudiante de la UPF