El argentino Oscar Martínez salva el filme de Santi Amodeo en Málaga
Hay películas buenas, otras que no hay por donde cogerlas y algunas más o menos pasables por tal o cual aspecto que las dignifica. En este último caso puede situarse Yo, mi mujer y mi mujer muerta, el filme que el sevillano Santi Amodeo (¿Quién mató a Bambi?) presentó ayer a competición en la sección oficial del Festival de Málaga. La interpretación del argentino Oscar Martínez (El ciudadano ilustre), en el papel de Bernardo, es aquí ese elemento excepcional que salva la cinta y puede hacerla interesante.
Bernardo es un arquitecto y catedrático de Buenos Aires que a sus 63 años queda viudo. En cumplimiento de la última voluntad de su esposa, y tras una tentativa de desobedecerla, el hombre viaja hasta la Costa del Sol para esparcir allí sus cenizas. El viaje lo llevará a lugares insospechados, y no sólo en sentido literal.
El argumento, las situaciones creadas y los personajes que acompañan al protagonista en su periplo son algo disparatados. Empezando por el personaje de Abi, empresario inmobiliario a punto de arruinarse al que interpreta por Carlos Areces. Junto a él aparece la joven Amalia, encarnada por Ingrid García Jonsson, cuya función en esta comedia trágica no está del todo definida. De hecho, lo único que al final queda claro es que la mujer de Bernardo escondía un secreto que él descubre a la par que pierde su anterior arrogancia. “Lo que me atrajo del personaje fue ese viaje mental que da para al final aprender y aceptar lo que ignoraba en su creencia de que lo sabía todo y nada podría sorprenderle”, explicaba ayer Martínez.
Amodeo estructuró el guión por bloques acordes con las distintas fases del llamado “viaje del héroe” de los relatos épicos clásicos. El realizador combinó tales etapas con las cinco que suelen distinguirse en un duelo: negación, ira, negociación, depresión, aceptación. Oscar Martínez hace que el espectador, tras ese largo camino, pueda aceptar la película pese a todos los baches que en ella pueden encontrarse.