Viaje al planeta Almodóvar
Dolor y gloria
Dirección: Pedro Almodóvar Intérpretes: Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia Producción: España, 2019. Duración: 108 min. Drama. Con Dolor y gloria, Pedro Almodóvar se sitúa en el privilegiado nivel de Hitchcock en Los pájaros, Dreyer en Ordet o Mizoguchi en La emperatriz Yang Kwei-fei; esto es, cineastas que han alcanzado el pleno dominio de su arte, el grado de madurez expresiva más alto, la facultad de exponer la vida y la complejidad humana con una diafanidad y una verosimilitud asombrosas. De las dos palabras del título, la clave está en la primera. El dolor del protagonista es a primera vista físico, porque padece todos los males del cuerpo, pero también existencial, emocional, psicológico. Es un director y guionista de cine en dique seco a quien el peso del pasado y las experiencias acumuladas le pasan tardía factura y le sumen en una insoportable depresión. Ese pasado, en pocas películas de la historia del cine se ha transmitido de manera tan veraz, recurriendo al flashback (la luminosa infancia del artista, allá por los años sesenta) o, más difícil todavía, desde el propio presente: evocaciones, reencuentros sentimentales, la restauración de una vieja película de culto, el huevo de zurcir calcetines de la madre, un dibujo perdido recuperado cincuenta años después, etc.
Al repasar la vida del sufrido héroe, Almodóvar repasa de hecho su propia filmografía, pues es obvio que en el protagonista (un sobresaliente Antonio Banderas) hay trazos del propio autor, a quien el actor malagueño imita explícitamente en la divertida escena del teléfono móvil conectado con la Filmoteca, pero también hay licencias, como la ausencia de un hermano. Entretenerse en poner a tal o cual personaje de la ficción nombre y apellido reales o en reconocer escenas que entroncan con títulos anteriores puede ser divertido, pero Dolor y gloria no es un juego frívolo. Es la quintaesencia del universo almodovariano y una obra perfecta: guion de acero macizo, interpretaciones mayúsculas, elegancia formal y un constante vuelo poético que alcanza la cima en la sublime escena final. Dolor y gloria cubre y sobrepasa generosamente la cuota de talento exigida a un maestro.