La Vanguardia (1ª edición)

La ONU llama a investigar a Bin Salman por el crimen de Khashoggi

La relatora especial de Derechos Humanos publica su informe tras seis meses

- JORDI JOAN BAÑOS

formar parte de la agenda, una oportunida­d que los descontent­os de la ciudad quieren aprovechar.

“No importa cómo intenten silenciarn­os, pronto habrá más marchas y más actos de protesta”, declaró el joven activista hongkonés, Joshua Wong, después de que Lam pidiera perdón el lunes pero sin cumplir con sus demandas (abandono definitivo del proyecto de ley, su dimisión y no presentar cargos contra los manifestan­tes arrestados). “La erosión de nuestras libertades deberían formar parte de la conversaci­ón entre Trump y Xi”, añadió.

Ese no es el único problema para China. El efecto de las protestas ha traspasado fronteras hasta alcanzar también a Taiwán, un territorio al que Pekín le ha ofrecido en el pasado integrarse bajo el modelo hongkonés de “un país dos sistemas”. Esto le permitiría, al menos en teoría, formar parte de una única China pero manteniend­o un alto grado de autonomía, libertades y derechos. Precisamen­te, el país celebra elecciones presidenci­ales en enero del 2020, ocasión en la que Pekín espera ver ganar a un candidato más afín a su cuerda que la actual presidenta, la progresist­a Tsai Ing Wen.

Pero con un discurso centrado en la soberanía nacional y el acicate que suponen las noticias que llegan desde Hong Kong, la líder se perfila como favorita en los comicios que le enfrentará­n al partido opositor Kuomintang, una formación más amistosa hacia China que se ha visto empujada a rechazar de plano el modelo de “un país dos sistemas”. “Ahora mismo, Hong Kong ofrece un ejemplo aterrador de lo que significa ese acuerdo y de que Pekín no respetará las libertades que tanto aprecian”, Tremendo varapalo al régimen saudí por parte de la relatora de Naciones Unidas, Agnès Callamard, que tilda de “asesinato extrajudic­ial” la desaparici­ón en octubre pasado del periodista Jamal Khashoggi en su consulado de Estambul. El informe, presentado ayer, anima al secretario de la ONU, António Guterres, a promover una investigac­ión penal internacio­nal de motu proprio. Considera asimismo que hay “pruebas creíbles” que implicaría­n al príncipe heredero, Mohamed bin Salman, por lo que debería ser investigad­o.

La investigac­ión de la experta en derechos humanos de la ONU, que ha durado casi seis meses, ha resultado en un demoledor informe de 101 páginas, que solicita que las acciones legales y las sanciones internacio­nales incluyan a Bin Salman y a sus bienes y activos en el extranjero. También a su mano derecha, Saud al Qahtani, que tampoco ha sido imputado en el juicio en curso en Arabia Saudí. Dicho proceso debería interrumpi­rse, según Callamard, por no reunir las garantías, con el agravante de que el fiscal solicita la pena de muerte para cinco de los once investigad­os.

La relatora especial de la ONU sobre ejecucione­s extrajudic­iales indica además que Riad debería aceptar su responsabi­lidad e indemnizar a la familia Khashoggi de acuerdo con el derecho internacio­nal, más allá del pacto de sangre que pueda haber forzado.

Por último, Callamard acusa a Arabia Saudí de haber violado las convencion­es internacio­nales que rigen el uso de sedes diplomátic­as, además de vetar su entrada al reino. También lamenta que de las siete horas de grabación en poder de Turquía sólo se le facilitara­n cuarenta y cinco minutos claves, que incluyen a la sierra en acción.

Mientras Ankara aplaude el informe, el secretario de Estado de Exteriores saudí, Adel al Jubeir, lo ha ninguneado. “Sólo Arabia Saudí tiene potestad para juzgar el caso”, ha zanjado. El informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU –capitanead­a actualment­e por la chilena Michelle Bachelet– considera que la “jurisdicci­ón universal” es aplicable a este crimen, como lo fue en el caso de Augusto Pinochet.

Jamal Khashoggi, desapareci­ó el pasado 2 de octubre tras acudir a la cita para recoger el certificad­o consular de estado civil. Aunque el periodista saudí llevaba un año autoexilia­do en EE.UU., acababa de comprarse un piso en Estambul y estaba a punto de casarse con una turca. Khashoggi, sobrino del famoso traficante de armas, nunca fue un disidente. Pero su proximidad a la cofradía de los Hermanos Musulmanes –a la que dedicó su último artículo en The Washington Post –yasus valedores en Turquía y Qatar, selló su muerte para Riad.

El informe revela las inquietant­es conversaci­ones entre los agentes mandados desde Arabia. El cirujano forense, por ejemplo, explica cómo descuartiz­ará el cadáver y lo empaquetar­á a cachitos. Minutos antes de la llegada del periodista, uno de los matarifes pregunta a otro, “¿Ya ha llegado el cordero del sacrificio?”.

Cómo Turquía obtuvo las grabacione­s ya es lo de menos, cuando su relación con Arabia Saudí está en su momento más bajo.

Lo que ocurre en Hong Kong es visto con estupor desde la isla de Taiwán

“¿Ha llegado ya el cordero del sacrificio?”, preguntó un agente saudí que esperaba al periodista

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