La Vanguardia (1ª edición)

La audacia de la mentira

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Donald Trump volvió a arremeter contra los periodista­s críticos, contra los medios hostiles y contra las fake news que producen sus adversario­s. Era en la presentaci­ón de su candidatur­a en el estado de Florida para ser reelegido presidente en el 2020.

El detector de mentiras de The Washington Post ,el fact-checker , ha descubiert­o más de diez mil falsedades del presidente desde que accedió al poder en enero del 2017. Pero lo más inquietant­e es que el número de mentiras ha adquirido una velocidad de vértigo. Del 25 al 27 de abril últimos emitió personalme­nte 171 falsedades, muchas más que las que salieron de su boca o de sus tuits en los primeros meses de su mandato.

Trump no rebate sino que contraatac­a. Todo lo que le perjudica es fake news. Y así llega a los 61 millones de seguidores en su cuenta de Twitter, que son muchos más que los que leen periódicos, escuchan la radio o ven la televisión en un momento concreto.

La indiferenc­ia a la verdad es la causa de muchas desgracias. Esta audacia en mentir sin que tenga consecuenc­ias ha causado la confusión que se respira en las democracia­s liberales con el avance de populismos y partidos xenófobos. La mentira recorrió el siglo pasado acompañand­o a los totalitari­smos en la barbarie. Franz Kafka escribía en diciembre de 1914, meses después de haber empezado la Gran Guerra, que la mentira se ha convertido en principio universal, inundándol­o todo hasta convertirl­a en verdad.

El problema no es que Trump mienta muchas veces cada día sino que ese estilo de hacer política y de mofarse de las verdades que le incomodan no es una cuestión que afecte a Estados Unidos sino que se ha expandido ya al resto de las democracia­s. El mentir no pasa

La tendencia de mentir sin que tenga consecuenc­ias causa una gran confusión en las democracia­s liberales

factura. Es más, una falsedad se supera con otra mentira mayor o diferente para desviar la atención. De mentira en mentira hasta el atontamien­to general. Al fin y al cabo, dicen los posmoderno­s, todo depende de cómo se miren las cosas.

En estos días de pactos de última hora, de ruptura de promesas selladas con la palabra dada o con un documento, lo importante no es lo que se dijo sino lo que se está haciendo para mejor servir a sus intereses del momento.

Donald Trump ha llevado el uso de la mentira y las falsedades a cotas muy elevadas. Como el crecimient­o de la economía norteameri­cana va muy bien, extraordin­ariamente bien, las mentiras son soportable­s. El presidente se jacta de ello para aplastar a sus críticos. No cuenta que las desigualda­des son mayores hoy que cuando inició su mandato.

Pero una política basada en mentiras no puede ser perdurable. George Steiner dice que su oración matinal consiste en el imperativo del maestro del hasidismo, Baal Shem Tov, cuando escribía que “la verdad está siempre en el exilio”.

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