Verbena en Maricel Park
Era verbena y había que celebrarla. En esta ocasión se añadía otro aliciente, cual era rendir visita a un nuevo espacio de diversión y situado en un lugar poco o nada frecuentado.
Se trataba del Maricel Park, sito en Montjuïc.
Había sido inaugurado oficialmente el 16 de julio de 1930; así pues, esta imagen había de ser tomada a partir del año siguiente, antes de que estallara la guerra, momento en que fue cerrado.
La Exposició Internacional de 1929 fue un éxito formidable. Durante los catorce meses que permaneció abierta, el desfile masivo de visitantes no hizo más que incrementarse. Una bondad derivada fue que los barceloneses tuvieron la curiosidad y el atrevimiento de adentrarse en Montjuïc, montaña que por odiada era la gran desconocida.
A medida que realizaban los paseos y ascendían, quedaban enamorados de las vistas inesperadas que obtenían sobre la ciudad extendida a sus pies.
La calidad de la imagen que transmite el paisaje urbano a menudo depende más de los detalles que de la escenografía general. Detalles negativos pueden afear un conjunto de categoría. La limpieza, a este respecto, es un ejemplo de lo que puede acaecer a buen seguro. Para hacer hincapié en el tema, merece ser comentado el estado insoportable que desde hace tiempo se ha enquistado en un determinado Fue definitiva la reacción popular con ocasión de la verbena de Sant Joan: cientos de miles de ciudadanos aprovecharon para desperdigarse por las laderas del monte, ocuparlas y celebrar el festejo en un estimulante aire libre.
Al término de la Exposició, el éxito imprevisto obligó a tomar dos decisiones que no habían sido previstas. Una, mantener un Poble Espanyol que había de ser derribado. Y la otra, construir otro parque de atracciones en un lugar distinto al de la Foixarda.
Se escogió la zona enmarcada por Miramar, la explanada del castillo y la estación del funicular. Los desniveles acusados obligaron a considerables desplazamientosde tierras para mobiliario público. Me centraré en dos muebles que aparecen diseminados por doquier. El primero de ellos son esos armarios de servicio eléctrico, semafórico o no, que se plantan con una generosidad indeseable. El volumen puede ser objeto de debate, aunque lo deprimente es el panorama que luce la mayoría. No se cumple el obligado mantenimiento exterior y la superficie padece todas las gamberradas inimaginables, poder así crear las terrazas.
Maricel Park ofrecía un conjunto de atracciones de estilo americano tan diversificadas, que todo el mundo podía dar con lo que más le cuadraba. Y para completar mejor este propósito, se organizaban una serie de actos al margen del panorama lúdico. El gran salón del restaurante, con una iluminación espectacular proyectada por Buïgas, el celebrado creador de la Font Màgica, acogía fiestas, como la elección de Miss Cinema; banquetes, como el de las Escuelas Francesas; congresos, como el de los hoteleros, y actos de lo más variado, como la Fiesta de los Mercados. Incluso se celebraron veladas de boxeo, deporte que en aquellos años confirmaba su capacidad inesperada para encandilar las masas.
En esta misma línea, encajaba pues el ambiente que plasma la fotografía. La celebración de la verbena había sido convocada por todo lo alto: vestido largo y esmoquin. Algunas señoras aprovecharon la ocasión para lucir mantón de Manila, elegancia que las protegía del eventual frescor de la madrugada.
La gran pista de patinaje se convertía en tales ocasiones en pista de baile.
Por seguridad, cerró al comenzar la guerra; después fue poblado por el barraquismo.
El parque de atracciones era un lugar atractivo para realizar cierta clase de festejos
grotescas. El otro mueble es el que Telefónica se resiste a eliminar de una vez; lo despojó de habitáculo, pero lo que queda ya no sirve más que para seguir afeando el entorno. Permanecen aún varios centenares de teléfonos en las calles, pero me gustaría comprobar cuantos se mantienen en funcionamiento. Avergüenza el aspecto que exhiben, al ser objeto de un vandalismo de enfermiza insistencia y cada vez más brutal.