La Vanguardia (1ª edición)

El indulto a Neymar

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La parábola del hijo pródigo es de esas que descubres de pequeño y entiendes de mayor. Trasladada al siglo XXI, la historia es la siguiente: un club de futbolista­s honrados –Xavi, Iniesta, Busquets, Piqué, Messi– incorporó a una estrella brasileña con muchos sacrificio­s –y contratos poco edificante­s–, convencido de que maduraría y sería el amigo de todos.

El brasileño hizo amigos y amigas en Barcelona, algunos de los cuales tuvieron que partirse la cara por él. En el campo, en los despachos y los juzgados. Con todo, parecía feliz y su felicidad era más importante que la de desahuciad­os, desemplead­os y desnortado­s de muchos barrios de Barcelona.

Un buen día, el dicharache­ro futbolista decidió que se iba –o peor: dejó que le decidieran–, sin pensar siquiera en el mal momento elegido. No fue uno más, fue uno menos. El FC Barcelona se quedo sol i fotut: menudo desagradec­ido.

Hoy, dos años después, quiere volver a casa. Las cosas le han ido mal y ya no es un niño. O lo es de 27 años.

Sus compañeros aún le aprecian. Eso está muy bien. Son muy cristianos los futbolista­s del Barça. ¿Neymar sí o Neymar no?

A estas alturas del cristianis­mo, el regreso sólo puede ser condiciona­l. Muy condiciona­l.

Por una vez en la vida, el FC Barcelona está en condicione­s de imponer sus condicione­s económicas. Neymar quiere regresar, el PSG lo quiere vender. Con estas premisas invertidas, al Barça le han tomado el pelo bastantes clubs europeos...

El jugador regresa devaluado. Dos años en blanco, mucha golfería –lo cual sería divertido de no mediar

tantas lesiones y de no haberse elevado el factor físico un peldaño esta temporada– y una explicació­n pendiente y no por tuit. Dime que me quieres aunque sea mentira...

Los compis de vestuario. Compartir fotos, risas y memes en las redes con Neymar está muy bien. Sugerir al club que lo fiche también está muy bien, como las verbenas de junio y la lluvia de mayo. Aquí entra en juego el presidente del FC Barcelona, que ya sabe a estas alturas lo mucho que manda el vestuario: o recibe un compromiso claro de los pesos pesados de que van a marcar de cerca y educar a Neymar o mejor nos olvidamos del asunto.

El talento del brasileño merece una segunda oportunida­d, pero no a costa de traer a Barcelona un circo que viene creciendo estos meses. ¿Quién conoce a Neymar? Yo no, claro. Alguien debe conocerlo –su padre aparte– y alguien tiene que responder por él ante el club. Sólo hay una pregunta: ¿aún quiere ser de mayor futbolista?

Neymar no es un niño, pero o los pesos pesados del Barça se compromete­n a ‘educarlo’, o mejor dejarlo correr...

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