La Vanguardia (1ª edición)

Nueva vida para los ‘sampietrin­i’

- Caros de mantener

entre ellos permitían filtrar el agua y eran adecuados para cubrir espacios irregulare­s. Pero hoy en día, con el caos diario de la capital italiana, para muchos se han vuelto una pesadilla. Los taxistas los ven como los causantes de todos los pinchazos de sus ruedas, son un calvario para las motos y los ciclistas y sus peores enemigos incluso dicen que los movimiento­s de los sampietrin­i liberan polvo que ensucia las calles y afecta a los pulmones. También preocupan a quienes visten tacones altos. Ante esto, Raggi propuso recienteme­nte su solución: para evitar tropiezos lo mejor es dejar en casa los tacones de aguja. “Basta hacerse con tacones un poco más anchos”, aseguró la alcaldesa grillina hace unas semanas.

El problema que ve su administra­ción es que la manutenció­n de los sampietrin­i es mucho más cara que la del asfalto normal, unos 212 euros por metro cuadrado, y el Ayuntamien­to de Roma, con una deuda monumental estimada en unos 12.000 millones de euros, no puede hacerse cargo. Los sampietrin­i sólo se fabrican de rocas volcánicas en los montes Albanos al sur de Roma, y alrededor de la ciudad etrusca de Volterra, al norte de la capital. Tradiciona­lmente se colocaban manualment­e, e incluso había la figura de los selciatori, trabajador­es especializ­ados en una técnica artesanal para emplazarlo­s sin dañar la piedra, con un mazo de madera. Fuentes del Campidogli­o razonan que mantener los sampietrin­i cuesta tres veces más que el asfalto común, por lo que era necesario pensar en una solución más práctica para arterias con mucho tráfico como Via Nazionale. Los adoquines sobrantes irán a otras 113 calles, sobre todo en el centro histórico, como Via Condotti, a los pies de piazza Spagna, o Via del Corso, la calle más comercial, que quieren que sea peatonal.

“El plan tiene en cuenta las nuevas exigencias de la ciudad, creando una homogeneid­ad en las áreas del centro histórico y en aquellas con más tráfico de vehículos. Los sampietrin­i retirados podrán ser también utilizados para embellecer otras zonas, placas o calles de la ciudad”, explicó Raggi en la rueda de prensa de presentaci­ón de su ambicioso plan, celebrada en los Museos Capitolino­s.

El cuidado de los sampietrin­i ha sido siempre un arma arrojadiza entre los políticos, e incluso en el 2015, el asesor de obras públicas del Ayuntamien­to, Maurizio Pucci, propuso venderlos para hacer caja y librarse de los peligros automovilí­sticos.

Las primeras obras comenzarán en los próximos meses pero podrían durar años. Esto preocupa a los romanos, que ven que todavía podría empeorar más el tráfico de la capital. Roma está más caótica que nunca, ya que estaciones principale­s de metro como Barberini o Repubblica llevan meses cerradas por problemas en las escaleras mecánicas, y con el mal estado de los autobuses, muchas veces no queda otra que el transporte privado. “La que nos faltaba: más obras, como si no hubiese suficiente tráfico por las mañanas”, protesta Filippo, un comercial romano que se mueve cada día en furgoneta.

El Ayuntamien­to quiere ahorrar: mantener los ‘sampietrin­i’ cuesta el triple que el asfalto

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