La Vanguardia (1ª edición)

La vara de mando

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En Melón, municipio de la provincia de Ourense de poco más de 1.200 habitantes y, pese a su nombre, rico en viñedos, ya que pertenece a la comarca del Ribeiro, el nuevo alcalde no pudo recibir el día de su toma de posesión el bastón de mando, por la sencilla razón de que había desapareci­do. Corre por el municipio que el bastón debe reposar ahora en la vitrina del salón del matrimonio de exalcaldes del PP, junto con el bastón de mando de su marido, porque ambos cónyuges se han sucedido en el Ayuntamien­to durante casi dos décadas. Igual lo confundier­on, como el bastón, con una propiedad.

Nos parece muy bien que la gente admita que tiene su ego, que le gusta el reconocimi­ento y no haga como esos actores que dicen no recordar dónde han puesto el Oscar o que tienen el Goya en el cuarto de baño. Puro cuento. En cambio los exalcaldes, si se confirma que son ellos quienes guardan este recuerdo en sus estantería­s, no sabemos si movidos también por un reflejo freudiano de conservar algo del mando perdido, dejaron bien desconcert­ado a su sucesor, socialista, quien se tuvo que conformar

con un cayado que le prestó uno de los asistentes, más propio del gobierno de un rebaño que del de un pueblo, y conste que lo decimos sin segundas. Desconcert­ado y con más de 50.000 euros de luz pendientes de pago, que eso debe doler bastante más. El ya nuevo alcalde ha anunciado que realizará una auditoría de las cuentas y bienes del Ayuntamien­to, en els que no sabemos si se incluirá el bastón dichoso, o si son dos bastones los desapareci­dos, porque no se sabe si también desapareci­ó el que recibió el marido de la exalcaldes­a y a su vez anterior alcalde. Qué lío.

Se nos ocurre que con semejante panorama económico, el bastón podría empeñarse para sacar algún dinerillo extra. Mejor en todo caso que se lo haya llevado alguien a que se lo disputaran como en el juicio de Salomón y se quedara cada uno con la mitad y el bastón con nadie. No sabemos de ningún otro Ayuntamien­to donde se haya producido una escena similar, aunque todos tienen su vara, que, como tantas cosas simbólicas, tiene un origen antiguo: durante siglos, el alcalde ejercía de juez de sus comunidade­s, y uno de los litigios más habituales era por las tierras, que el alcalde dirimía haciendo uso de su vara, cuya longitud estaba establecid­a por la tradición –equivalent­e a 0,65 metros actuales–. Suponemos que la vara estaría bajo custodia y pasaría de un alcalde a otro, no fuera ser que algún listillo lo sustituyer­a por otro con medidas diferentes, que aquí somos muy creativos cuando nos conviene.

La vara de mando también recibía el nombre de manípulo, que significa portado por la mano, y escríbase con acento, porque de lo contrario se convertirí­a en manipulo, que dado el tema que nos interesa mejor no errar con la ortografía. Al final la alcaldía acaba siendo como en su día decían que era el matrimonio, un melón, que no sabes cómo saldrá hasta que lo abres. En Melón ya lo saben.

No se sabe si en la auditoría que ha anunciado el alcalde se incluirá el bastón

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