La Vanguardia (1ª edición)

El cine de la vida

Reygadas estrena ‘Nuestro tiempo’, lo opuesta a una “droga del entretenim­iento”

- FERNANDO GARCÍA

El mexicano Carlos Reygadas lo hace casi todo, y casi todo lo apuesta, en la película que hoy estrena en España, Nuestro tiempo. Él la dirige, él firma el guión y, junto con su esposa y sus hijos en la vida real, él es uno de los actores principale­s. Pero no es una autoficció­n, aclara, sino todo lo contrario: “En vez de tomar la realidad para hacer una ficción, yo hago de la ficción realidad”, señala. Y defiende el cine como arte directo y emocional frente a quienes lo utilizan como mera herramient­a narrativa o, peor, lo ponen al servicio de “la droga del entretenim­iento”.

Como ejemplo de ese tipo de droga, Reygadas cita a la que se tiene por la madre de todas las series, Juego de tronos .Yde paso da una colleja a uno de sus más notorios defensores, Pablo Iglesias: “Es curioso –dice– cómo el líder de Podemos ataca una y otra vez al imperialis­mo yanqui, lo cual me parece muy bien, pero luego se muestra entusiasma­do con Juego de tronos y, en general se confiesa gran consumidor de este narcótico fundamenta­l que el sistema utiliza para aplacar y hacer claudicar al individuo: las series de entretenim­iento. ¡Qué contradicc­ión!”.

Nuestro tiempo, efectivame­nte, no busca ser amena. A lo largo de tres horas, cuenta la vida y los problemas de una familia que vive de la cría de toros bravos en una hermosa finca de México. Esther

(Natalia López), se ocupa del rancho. Y su marido Juan (Reygadas), célebre poeta, cría y selecciona los animales. El matrimonio funciona en teoría bajo las reglas de la pareja abierta. Pero cuando ella se enamora de un adiestrado­r de caballos (Phil Burgers), estran en crisis.

Reygadas escribió el guion sin plan previo. “No pienso como un ingeniero. Sólo sabía que me apetecía hacer algo en el campo y quería que fuera en una ganadería de toros”, empieza. Pero no rehúye el tema de fondo del filme. “Siempre me interesó la contradicc­ión humana. Y el terreno de las relaciones amorosas es muy fértil ahí porque en ellas no sólo se manifiesta la contradicc­ión personal sino el cumplimien­to o no de las expectativ­as; de lo que se espera de uno y de los demás”.

Nuestro tiempo también habla de la lucha por la libertad y del precio que ésta implica en términos de responsabi­lidad. Dice el director, premiado en Cannes en el 2007 y el 2012, que en nuestra sociedad “creamos normativas y acuerdos como el matrimonio para jugar en el lado seguro a costa de nuestra libertad”. Pero es una trampa. Pues “la libertad es el camino correcto aunque sea peligroso”. Además, “los riesgos de imponerse restriccio­nes son mayores aunque resulten menos evidentes”. Así, el matrimonio “parece muy convenient­e, pero habría qué saber cuántas parejas cuyos miembros llegan juntos a viejos viven sin antidepres­ivos”.

Pero el realizador mexicano, que presentó su cinta en Venecia, subraya ante todo la concepción “instintiva” de esta película y de todo su cine. “Pongo delante la sensación y la emoción, no el porqué”, indica. Lo dice marcando distancias respecto a “ese cine clásico de escuela estadounid­ense que tanto gusta aquí, donde todo es un porqué. En mi caso, no; a mí me interesa el cine de la presencia, que es parecido a cómo funciona la naturaleza”.

Es lo que ahora llamaríamo­s cine “orgánico”. O cine de la vida; una forma de expresión de la misma familia que la fotografía, la pintura y la música “frente a las artes de la representa­ción que son la literatura y el teatro”, afirma. “Tradiciona­lmente–, las películas se utilizan como “medio para ilustrar la literatura”. Y sin embargo lo interesant­e de rodar es, a su juicio, la posibilida­d de presentar “la existencia per se, antes de toda significac­ión”. De ahí que en el filme veamos un largo plano de un amanecer en tiempo real. El alba “interesa por sí mismo”. Proyecta la materia y la energía. La emoción. “Luego forma parte de un espacio narrativo, claro; de una historia que genera ideas”. Pero lo principal es lo que vemos: la vida.

“Es curioso cómo Iglesias se rinde ante ese narcótico del sistema que son las series de entretenim­iento”

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