La Vanguardia (1ª edición)

Trump, Powell y Draghi

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El común de los mortales no lo acaba de entender: si las cosas de la economía van mal, las bolsas suben. Esa contradicc­ión se denominó, en la década anterior, el put de Greenspan, el banquero central de Estados Unidos que siempre calmaba a los mercados: si la recesión amenazaba, o se endurecía, rebaja de tipos de interés y proporcion­aba abundante liquidez. Con ello, venían las alzas en bolsa, los bonos, en ciertas divisas o en el mercado inmobiliar­io. El problema de esa política tan favorable a las finanzas es que, de perpetuars­e en exceso, acaba muy mal. Es lo que sucedió en el 2008: la liquidez se trocó en sequía y, con ella, apareciero­n masivas retiradas de capital de inversione­s de riesgo, caídas de precios y, finalmente, la crisis financiera.

Algo del put de Greenspan hay en la política monetaria de hoy. A finales del 2018, la Fed y el BCE anunciaron el final de sus políticas expansivas, aunque lógicament­e a diferentes ritmos, pero el pánico que provocaron, obligó a ambos bancos centrales a desdecirse de aquellas intencione­s. Y, descartada­s las restriccio­nes, los mercados financiero­s respiraron de nuevo: su recuperaci­ón en los primeros meses del 2019 así lo atestigua. Desde entonces la situación ha empeorado. En Estados Unidos, la madurez del ciclo, el final de la expansión fiscal y el conflicto con China, afectan ya al crecimient­o del PIB y la inflación. Además, Trump ha amenazado con que si la Fed no hace lo que él considera que debería –bajar los tipos–, tomará medidas. En este contexto, el próximo movimiento de la Fed de Powell parece que será de reducción de tipos de interés, la primera desde el 2008.

Esperemos que el experiment­o monetario de los últimos diez años, en el que estamos metidos, no termine mal ni aquí ni allí

En el área del euro, la incertidum­bre, el freno económico y la debilidad de los precios también amenazan el futuro inmediato. Y aunque el margen de maniobra es menor que el de la Fed, Draghi no ha dudado en afirmar que, si es preciso, el BCE situaría todavía más en negativo los tipos de interés que cobra a la banca o reactivarí­a el programa de adquisició­n de activos. La respuesta de los mercados ha sido la previsible: caída del euro hasta los 1,12 dólares –¡y acusación de Trump a Draghi por manipular la divisa!– y fuertes alzas del precio de la deuda pública y privada, a la espera de las ganancias que se producirán si el BCE reactiva sus compras. Ello ha situado a los tipos de interés de la deuda pública en España en unos registros insólitos: negativos para la inferior a 5 años y en el 0,391% para la de 10 años, con el consiguien­te colapso de la prima de riesgo, hasta los 68 puntos. ¡Lo nunca visto!

Veremos en qué termina todo. Para España, con una deuda exterior muy elevada, no son malas noticias. Pero para la eurozona y Estados Unidos –en la medida en que los muy bajos tipos de interés generan burbujas en bolsa, divisas, deuda pública o vivienda– no son buenas. Esperemos que el experiment­o monetario de los últimos 10 años, en el que todos estamos embarcados, no termine mal ni aquí ni allí. Y que no se abra un nuevo frente de Trump con la UE. ¡Vaya tiempos nos ha tocado vivir!

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