La Vanguardia (1ª edición)

Valorar a Domènech i Estapà

- CUADERNO BARCELONÉS

Josep Domènech i Estapà acaba de ser reivindica­do en un estudio amplio y rotundo escrito por Sergio Fuentes Milà: Josep Domènech i Estapà (1858-1917) Entre la ciència i l’arquitectu­ra.

¿Era necesario? Sí. ¿Por qué? Su figura había sido muy controvert­ida,perotambié­nsuobra.Es cierto que la ironía barcelones­a siempre ha tendido a utilizar la deformació­n de los nombres cuando ha pretendido descalific­ar a la persona o al profesiona­l. Baste el ejemplo con el que hubo de pechar el arquitecto Francesc de Paula Nebot, quien era citado así: “Nebot (f. de p.)”. En el caso que nos ocupa, era aludido así: “Domènech el dolent” o “l’altre Domènech”.

¿Era justificad­o situarlo en el punto de mira, a tenor de la relevancia de sus proyectos. Importa recordar sólo algunos: Reial Acadèmia de Ciències i Arts, Observator­i Fabra, Catalana de Gas, Estació de Magòria, Asilo Santa Lucía, Palau Simon, Carmelites. En colaboraci­ón: Palau CULTURA CENTRALIST­A Suscita polémica la venta de la pintura de Botticelli de la colección Cambó. No versa sobre quién tendrá la posibilida­d de pagar; se centra en opinar sobre cuál debe ser el destino final de tan formidable retrato. Si pagara el Estado, mucho me temo que será colgado en el Prado, como ha sucedido con Fra Angélico. El estilo confirmado hasta la saciedad en el terreno de la cultura es el centralist­a, de Justícia (con Enric Sagnier), hospital Clínic/Facultat de Medicina (con Ignasi Bartolí), Presó Model (con Salvador Viñals). Entre los edificios plurifamil­iares merece ser destacada la originalid­ad de su propia casa (València, 241).

Sergio Fuentes valora a fondo cada realizació­n. También aborda al personaje en sus vertientes humana y profesiona­l. Es precisamen­te en esta parte cuando aporta una informació­n que sin duda acierta en destacar los motivos que provocaron la controvers­ia que derivó en la descalific­ación.

Era un carácter fuerte que no disimulaba su posición. Hablaba pese a lo que debería aconsejar y merecer el respeto a la estructura autonómica; al revés, es curioso, de lo que sucede en una Francia tan centralist­a. Baste recordar algunos hechos. El nada equitativo ni elegante reparto de la herencia Dalí. La colección Thyssen debería estar en cualquier ciudad, pero no en Madrid: supone una cierta competició­n, aunque a la baja, con el Prado. de Le Corbusier, tampoco y escribía con rotundidad, y no temía la polémica. Se mostraba convencido de su toma de partido y no traslucía dudas, sino más bien lo contrario.

La religión, el catalanism­o y por encima de todo el modernismo centraron sus opiniones; era un período en el que estos temas dominaban los debates e incluso las conversaci­ones.

Domènech i Estapà vinculó la carencia de una educación religiosa con la desorienta­ción arquitectó­nica del modernismo catalán, y criticaba el modernismo como una producción amoral. Denunciaba así las obras modernista­s: “Pueden conducirno­s a un verdadero caos si no se da la voz de alerta y se evita quizás de este modo que algunos ánimos, ávidos de la originalid­ad a pesar de que ésta se obtenga en perjuicio del buen gusto, vayan infectando la atmósfera artística de esta época en nuestro querido país”.

Y sostenía que la moralidad de la línea recta debía triunfar ante la inmoralida­d encarnada por la línea curva; y que la amoralidad de la línea curva era la encarnació­n de la diversidad política, en alusión al catalanism­o y al anarquismo. Arremetía contra la Sagrada Família por ser un juego vanidoso, pues lo único que pretendía Gaudí es compararse con Dios sin mostrarle ningún respeto.

El libro de Sergio Fuentes pone a Domènech i Estapà en su sitio, el que merece.

El arquitecto no disimulaba su toma de posición, lo que le valió ser desacredit­ado

debería estar en el museo Reina Sofía: lo pintó como homenaje ante la inminencia de la ocupación franquista de una Barcelona con la que había soñado trabajar. Y un Cambó que ya fue mecenas notable del Prado, permite reclamar en esta ocasión que el destino final de Botticelli sea el MNAC. Me encantaría reconocer que me he equivocado, no por malicia sino por el historial, al sospechar cuál iba a ser el desenlace.

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El retrato del arquitecto lo ambientó el fotógrafo en los Carmelites, una de sus obras

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