INSEGURIDAD Vivir en estado de alerta permanente
El temor a ser víctima de un delito provoca cambios en la rutina diaria de los ciudadanos
Mirar a un lado y a otro antes de pasar el umbral de la puerta de casa, girar la cabeza constantemente para comprobar si hay alguien detrás cuando se camina de noche por la calle, dejar en el domicilio una joya que siempre se ha llevado fuera de casa, esquivar por miedo barrios o calles por los que se ha transitado toda la vida, dejar de visitar establecimientos y espacios antes frecuentados por temor a ser víctimas de un delito, sospechar de todo el mundo... Eso es vivir en un estado de alerta permanente. Ocurre cuando la sensación de inseguridad, como está ocurriendo ahora, se apodera de los ciudadanos.
Y si esos temores son permanentemente avivados por nuevos sucepor sos y repetidas informaciones sobre esos casos, recuperar la normalidad y tranquilidad (con independencia de si ese miedo a ser víctima de un delito está o no justificado) no es tarea fácil.
“La sensación de inseguridad crece en España y hay que tomar ya cartas en el asunto. Es un tema a combatir sin más demora para garantizar la convivencia y la libertad”, afirma Oscar Iglesias Fernández, profesor de Sociología de la Uned. “En las sociedades democráticas –continúa– la seguridad es un derecho de los ciudadanos, que estos reclaman de forma permanente y efectiva a sus gobiernos”.
Todo se desmorona cuando una amplia mayoría de ciudadanos llega a la convicción –ocurre ahora, ejemplo, en ciudades como Barcelona, donde los índices de delincuencia han aumentado– de que ese derecho a la seguridad que deben de garantizar las autoridades competentes en el tema se ha esfumado. “Los que peor lo pasan, cuando la sensación de inseguridad se propaga, son aquellas personas que se alteran o se dejan influenciar por las informaciones de delitos cometidos en la ciudad en la que viven o visitan de forma regular”, afirma Domènec Luengo, psicólogo y especialista en trastornos de ansiedad.
“Esos ciudadanos –continúa este experto– generan unas reacciones emocionalmente duras e intentan protegerse con unos mecanismos de defensa exagerados”.Un ejemplo de esta última reflexión sería ese cambio radical en la lista de hábitos rutinarios. “Esto pasa –considera Luengo– porque esas perso