Los ricos de EE.UU. tributan menos que los trabajadores
La clase media abonó el 24,2% por el 23% de los millonarios
zas, Bruno Le Maire, y su homólogo el secretario del Tesoro norteamericano, Steven Mnuchin.
“Si el G-20 y otros países aceptan negociar sobre esta base, podremos avanzar muy deprisa hacia un acuerdo político”, aventuró ayer Pascal Saint-Amans, director Centro Político y de Administración Fiscal de la OCDE, el órgano clave en el diseño de la nueva tasa. Según Saint-Amans, lo decisivo es que haya “una verdadera negociación”, con ganas de concluirla. En ese caso ve posible que haya incluso un acuerdo ya en enero o, como máximo, en junio del 2020. “La dinámica es bastante positiva, aunque es extremadamente complicado”, agregó.
La propuesta de consenso de la OCDE incluye la descripción teórica de aspectos muy técnicos y jurídicos junto a valoraciones histórico-políticas para justificar la nueva tasa. En el punto 16 del documento, por ejemplo, se afirma que “en la era digital, la atribución de derechos fiscales ya no puede circunscribirse exclusivamente a la referencia a la presencia física”, y recuerda que “las actuales reglas se remontan a los años veinte (del siglo XX) y ya no son suficientes para una justa atribución de derechos fiscales en un mundo cada vez más globalizado”.
Será la cifra de negocios la que determine si una empresa sin presencia física en un territorio está sujeta o no a la tasa digital. Obviamente se calibrará ese volumen de negocios con el tamaño de cada país, para que los pequeños no se vean discriminados. La OCDE propone un sistema mixto. Además del volumen de negocio, se tendrá en cuenta el nivel de beneficios de la compañía en cuestión. La definición precisa de estas variables no será fácil. En el documento se habla siempre de “cifra A, cifra B, cifra C”, unos números genéricos, teóricos, que dependen del compromiso final, en el que habrá ajustes y excepciones. Sí se menciona la cifra de 750 millones de euros de facturación mundial –como la ley francesa o el proyecto español– como umbral mínimo para pagar la tasa. La OCDE está abierta a las objeciones de las partes afectadas. La propuesta presentada ayer está sometida a la consulta pública hasta el 12 de noviembre. Más adelante se celebrará una reunión en París para abordar los problemas surgidos y estudiar soluciones. La desigualdad social sigue creciendo en Estados Unidos, a pesar de lo que diga el presidente Donald Trump. Su reforma fiscal, que debía beneficiar a la clase media y a los trabajadores, según pregonó y pregona, no deja de ser otra de sus “hipérboles”.
Los ricos estadounidenses pagaron en el 2018 por primera vez menos impuestos que el resto de los ciudadanos. Esto es algo que se sospechaba, pero ahora hay pruebas que lo avalan.
Hace un tiempo alcanzó fama una declaración del multimillonario Warren Buffet, conocido como “el oráculo de Omaha”. Dijo que pagaba menos impuestos que su secretaria gracias a las brechas legales y las deducciones que siempre benefician a los que más poseen.
Su comentario, como recuerda David Leonhardt en un artículo en The New York Times, provocó un debate encaminado en aquella época, bajo la presidencia de Barack Obama, a convencer a los republicanos de la necesidad de aumentar las cargas fiscales a los afortunados frente al rampante problema de una brecha cada vez más honda.
En vano, en buena parte porque, al margen de casos concretos, el consenso entre expertos indicó que no se certificaba que los ricos tuvieran una contribución menor a las arcas públicas.
Sin embargo, los 400 estadounidenses más ricos pagaron el pasado año por primera vez menos impuestos, incluyendo las obligaciones federales, estatales y locales, que el resto de grupos.
Las familias más adineradas abonaron un 23%, mientras que la tasa para la mitad inferior de los hogares estadounidenses estuvo más de un punto porcentual por encima, en el 24,2%.
Esta revelación forma parte del análisis que Emmanuel Saez y Gabriel Zuckman, dos economistas de la Universidad de California en Berkerley, han incluido en su nuevo libro, The triumph of injustice, en el que analizan la evolución de los impuestos en Estados Unidos. En su trabajo han construido una base de datos histórica que rastrea los pagos de tasas en todo el espectro de ingresos desde el año 1913, cuando empezó el sistema federal de impuestos.
Haber alcazando este nuevo hito se debe a dos razones, según concluyen en su trabajo: el recorte de impuestos firmado por Trump en el 2017 y el aumento a largo plazo de la evasión fiscal tanto por las corporaciones como por los individuos
En su indagación, y en contraste a lo sucedido en 2018, Saez y Zucman señalan que, en contraste, los 400 más ricos pagaban en 1980 unos impuestos efectivos del 47%, dígitos inferiores al 56% de 1960 o el máximo del 70% en 1950. En cambio, los impuestos medios del resto ha sufrido pequeñas variaciones en décadas.
Esas caídas tan pronunciadas se deben a que tanto la tasa de impuestos sobre la renta como el impuesto sobre el patrimonio han disminuido, y los impuestos corporativos se han desplomado. En el otro lado, la clase media y los hogares pobres no se benefician de esos factores, en tanto que ahora abonan más impuestos por las nóminas de lo que hacían antes.
El libro, que se publicará la próxima semana, aparece en un momento en que se ha reabierto la discusión sobre los impuestos especiales a los millonarios, a partir de una determinada cifra de ganancias. Aspirantes demócratas en las carrera electoral a las presidenciales del 2020, como los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, hacen bandera de la tasa a los ricos para afrontar el gasto que supondría la sanidad universal.
Para Saez y Zucman, poner el foco en los ultramillonarios es necesario porque estos controlan una parte desproporcionada de la riqueza de la nación. Esas 400 familias tienen más que el 60% inferior de los hogares. El 0,1% tiene más que el 80%. Y esto no es un eslogan.
El estudio de dos economistas de Berkeley desvela algo no visto antes