La Vanguardia (1ª edición)

Pantallas

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Existe la teoría de que cuando se lee un libro de ficción, los lectores suelen poner caras a los personajes. En este sentido el cine y la televisión han ayudado a generar esta especie de mecanismo mental y automático que suele ser muy común entre los devoradore­s de novelas. En muchas ocasiones, los lectores visualizan a sus personajes con los rostros de actores y actrices.

Pongamos el caso de dos novelas del periodista estadounid­ense Tom Wolfe (1930-2018). En el caso de que uno relea su La hoguera de las vanidades, (1987) es muy difícil no imaginar que el protagonis­ta, Sherman McCoy, sea Tom Hanks, el actor que le interpretó en la gran pantalla. En otra de las novelas del creador del nuevo periodismo, Todo un hombre (1998), de la que jamás se rodó película alguna, una mayoría de lectores ponían cara al protagonis­ta, Charlie Croker, y elegían a Jack Nicholson, según un estudio que desarrolló en su momento la revista Time.

En el momento de la lectura de la sexta entrega de la serie Millennium creada por

Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. La heroína Lisbeth Salander en aquella miniserie fue la actriz sueca Noomi Rapace.

Hollywood no quiso mantenerse al margen del fenómeno Millennium yla Metro se unió con Columbia Pictures y Yellow Bird para estrenar en 2011 Los hombres que no amaban a las mujeres. Lisbeth fue interpreta­da en esa ocasión por la enigmática actriz norteameri­cana Rooney Mara.

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