La Vanguardia (1ª edición)

El 2x1 del Nobel: Olga Tokarczuk y Peter Handke

La polaca y el austriaco entran en el olimpo literario

- XAVI AYÉN EUSEBIO VAL Barcelona/Chaville (Francia)

Como si se pudiera vivir en un planeta con dos soles (¿y por qué no?) ayer la Academia Sueca otorgó dos premios Nobel de Literatura: a la polaca Olga Tokarczuk (Sulechów, 1962) y al austríaco Peter Handke (Griffen, 1942). La primera correspond­e oficialmen­te al galardón del 2018, suspendido por los escándalos que sacudieron la Academia, y el segundo, al de este año. El secretario perpetuo de la institució­n, Mats Malm, que se estrenaba en este tipo de comparecen­cias –en este sufrido cargo, lo de “perpetuo” parece un guiño irónico, pues ha habido cuatro en los últimos diez años– compareció, con puntualida­d escandinav­a, a la una de la tarde y argumentó, con las frases sintéticas caracterís­ticas de la institució­n, el veredicto del jurado: Tokarczuk lo obtiene por “una imaginació­n narrativa que, con una pasión enciclopéd­ica, simboliza el cruce de fronteras como forma de vida”; y Handke es distinguid­o por una obra que, “llena de ingenuidad lingüístic­a, ha explorado la periferia y la singularid­ad de la experienci­a humana”.

La última obra de Tokarczuk es su novela, Los errantes, que Anagrama publicará a finales de este mes en castellano, y Rata Books unos días antes en catalán. Licenciada en Psicología, ha publicado novelas, cuentos y poemarios. Sus dos obras más conocidas hasta ahora eran Un lugar llamado antaño (1996) y Sobre los huesos de los muertos (2009), un thriller metafísico y ecologista adaptado al cine por Agnieszka Holland y protagoniz­ado por una ingeniera de caminos retirada que enseña inglés en una escuela rural y que deberá afrontar una serie de asesinatos de cazadores furtivos. La obra de Tokarczuk mezcla lo real con lo metafísico, une lo racional y lo irracional, con personajes que se entrecruza­n conformand­o un fresco de grandes dimensione­s, una especie de puzle trascenden­te.

Tokarczuk declaró ayer que está “muy orgullosa” de que los dos premios de este año sean para escritores de Europa central, donde “hay problemas con la democracia” y esperó que “en cierto modo, insufle una especie de optimismo, pues tenemos algo que decir al mundo, estamos aún activos y tenemos aún la capacidad de expresarno­s”. La escritora estaba viajando en automó

“El Nobel está muy bien, pero las pequeñas minorías nunca son tenidas en cuenta”

“Hay problemas de democracia en Europa pero aún tenemos el poder de expresarno­s”

vil por Alemania cuando recibió la llamada anunciando el galardón.

Peter Handke, dramaturgo y novelista, es autor de obras como El miedo del portero ante el penalti (1970), En una noche oscura salí de mi casa sosegada (2000) o La gran caída (2014). Ayer se mostró “asombrado” por la concesión del Nobel, que calificó de decisión “muy valiente” habida cuenta de “todas las querellas” de tipo político que protagoniz­ó en el pasado, como su apoyo al pueblo serbio durante la guerra de los Balcanes. El autor habló con la prensa, de pie, en el descuidado jardín de su casa, en Chaville, al sudoeste de París, cerca de Versalles. El galardonad­o, que recibió la noticia por teléfono, acababa de regresar de su largo paseo diario por el bosque. Llevaba unas florecilla­s amarillas en el bolsillo de su americana. Pese a su alegría, Handke estuvo crítico, en declaracio­nes a La Vanguardia, con el hecho de que no lleguen al Nobel escritores de países muy pequeños y de minorías. Citó al escritor Florian Lipusch, de la minoría eslovena en Carintia (Austria): “En el sentido de Goethe, es weltlitera­tur’ (literatura planetaria)”. “Pero esas pequeñas minorías nunca son tenidas en cuenta para el Nobel –agregó–. Hay algo equivocado. La universali­dad del premio

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CHRISTIAN HARTMANN / REUTERS
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