La Vanguardia (1ª edición)

Lanza y temblor

-

La documental­ista Corinna Belz se encontró una nota escrita a lápiz en la verja de hierro forjado que vetaba el paso al domicilio de Peter Handke en la localidad francesa de Chaville en la que se leía: “Estoy en el bosque. Puede que tarde”. Me pregunto si la llamada de la Academia Sueca, en los momentos previos al anuncio público, habrá cogido al escritor en el bosque –y me imagino el timbre del teléfono, porque alguien que le ha dedicado un ensayo al jukebox seguro que conserva un fijo, resonando por su espartano domicilio–, quizá cogiendo setas, una de sus grandes aficiones. Y si empezar hablando de setas para celebrar a todo un premio Nobel le sorprende, es que no ha leído a Handke, porque lo diminuto, lo más cercano y terrenal, ha sido una recurrente puerta de entrada a lo trascenden­te. “El pequeño mundo. Mi salvación”, llegó a declarar. Otra forma de decir que la vida está en los detalles que nos rodean. Ante el misterio de la existencia y cómo sobrelleva­rla, el austriaco ha interrogad­o sin descanso a la naturaleza y exaltado incluso lo menos novelesco (caso del cuarto de baño en El lugar silencioso).

Ante la noticia, otros habrán pensado, con cierta sorna, en cómo se la habrá tomado Bernt Hagvet, el profesor de ciencia política que comparó la concesión del premio Ibsen en el 2014 al mismo autor con que Goebbels hubiera recibido el premio Immanuel Kant (Otro noruego ilustre, Karl Ove Knausgaard, le dedicó un ensayo-loa con motivo del galardón, que ha encontrado hueco en el volumen final de Mi lucha). Pero si Handke ha sido un imán para la polémica es porque antes ha ejercido de intelectua­l puro, léase de sujeto que se lo cuestiona todo, alguien que huye de las respuestas fáciles, de los relatos asumidos, y que se posiciona y nos sacude, que se mancha y nos zarandea. Y porque, antes de todo, Handke sufrió profundos traumas que le hicieron mirar hacia las profundida­des de sí mismo (suicido materno, alcoholism­o de su padrastro) y a pensar/pensarse/ pensarnos sin descanso, a hacerse dueño de una erudición abrumadora y a desarrolla­r una polivalenc­ia artística (poeta, novelista, ensayista, guionista y director de cine, dramaturgo, crítico literario, traductor…) al alcance de pocos.

Handke ejemplific­a también modélicame­nte la visión del autor recluso –recuerdo, cuando trabajaba para una revista literaria, los reiterados intentos por contactarl­e telefónica­mente que se saldaban con peticiones de volver a llamar más tarde, o crujidos de fax, o tonos interminab­les– y disciplina­do hasta la neurosis, el explorador de lo inefable que necesita de una soledad y un silencio de hierro, el artista que vive en el lenguaje (que a un tiempo lo maravilla y lo frustra), un individuo que frente a la cámara de la documental­ista expresaba su convicción de que la mejor forma de inaugurar una casa no era lanzando una fiesta sino encerrándo­se a crear un nuevo libro.

Un fragmento de su célebre poema Canción de la infancia recitado en la película El cielo sobre Berlín –cuyo guión escribió junto al director Wim Wenders– decía: “Cuando el niño era niño/ arrojó un palo contra un árbol como una lanza/ y allí está temblando todavía”. Y sí, su obra es a la vez lanza (atraviesa, hiere, duele) y temblor (acaricia, conmueve, consuela).

Ante el misterio de la existencia, Handke interroga a la naturaleza y exalta cosas como el lavabo o el ‘jukebox’

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain