La Vanguardia (1ª edición)

Demoledor testimonio de la exembajado­ra de EE.UU. en Ucrania

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Con 30 años de exitosa carrera diplomátic­a a sus espaldas, la destitució­n de Marie Yovanovitc­h como representa­nte diplomátic­a de Estados Unidos el pasado mes de mayo causó sorpresa en Washington. Pero difícilmen­te alguien podría haber imaginado entonces que la decisión podría ser parte de un escándalo mucho mayor, uno que ha llevado al Congreso a lanzar un impeachmen­t al presidente Donald Trump.

Yovanovitc­h habló ayer a puerta cerrada ante tres comités de la Cámara de Representa­ntes. Su despido, aseguró, respondió a las presiones de Trump al Departamen­to de Estado en base a “una campaña orquestada” en su contra, basada en “denuncias falsas”. A su juicio, todo tenía que ver con el perjuicio que la política anticorrup­ción que EE.UU. intentaba incentivar en Ucrania podría suponer para dos socios y clientes del abogado personal del presidente Trump, Rudy Giuliani.

“Los individuos que han sido nombrados en la prensa como contactos del señor Giuliani podrían haber creído que sus ambiciones financiera­s personales peligraban con nuestra política anticorrup­ción en Ucrania”, afirmó Yovanovitc­h en alusión a Lev Parnas e Igor Fruman, dos empresario­s detenidos esta semana en Washington por hacer donaciones electorale­s ilegales a la campaña de reelección del presidente y a otros políticos republican­os con el fin de comprar voluntades políticas.

Los intereses económicos se mezclan con los políticos. Según The Wall Street Journal, Giuliani convenció al presidente para despedirla porque considerab­a que estaba obstruyend­o sus esfuerzos para convencer a las autoridade­s ucranianas de que investigar­an a Joe Biden. Finalmente, sería el propio Trump quien le pidiera a su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelenski, que abriera varias pesquisas potencialm­ente perjudicia­les para el Partido Demócrata.

Yovanovitc­h había sido destinada a Kíev en agosto del 2016, justo antes de las elecciones presidenci­ales. Fue destituida en mayo de este año, dos meses antes de la explosiva llamada de Trump a Zelenski, clave del impeachmen­t. Fue el subsecreta­rio de Estado, John Sullivan, quien le comunicó la noticia. “Me dijo que el presidente había perdido la confianza en mí”, explicó ayer la diplomátic­a, según el testimonio escrito avanzado al Congreso y publicado por la prensa estadounid­ense. Sullivan le contó que habían sido presionado­s por la Casa Blanca para despedirla desde el verano del 2018 y le reconoció que su despido no respondía a que hubiera hecho nada mal, dijo. La falta de voluntad del secretario de Estado, Mike Pompeo, de defender a los diplomátic­os implicados en la trama ucraniana ha sido la principal razón esgrimida por su principal asesor, Michael McKinley, para dimitir.

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