Un nuevo filósofo rojipardo
Apenas cuatro días después de formado el nuevo Gobierno italiano entre el Partido Demócrata y el Movimiento 5 Estrellas (M5E), el 14 de septiembre se creaba en un hotel de Roma un nuevo partido, Vox Italia, que pretende ser una alternativa a la ruptura del gobierno anterior verdiamarillo de la Liga de Matteo Salvini y el M5E. De momento, el nuevo partido ha dado mucho menos que hablar que su “inspirador” y figura visible, el filósofo político Diego Fusaro (Turín, 1983), un tertuliano de verbo pomposo que cita constantemente a Hegel, Marx, Gramsci y Pasolini.
Vox Italia “no tiene nada que ver con Vox en España; ha sido hace poco que hemos sabido que existía”, afirmó en conversación con La Vanguardia durante una reciente visita a Barcelona para dar una charla en una cervecería sobre el imperialismo gastronómico (“en casa sólo comemos italiano”, dijo). Vox es un vocablo latino, al fin y al cabo, y se trata de la voz del pueblo, ya que el partido es “es soberanista, populista y socialista”, y ocupa según Fusaro un espacio político necesario porque el M5E se ha ido “hacia la izquierda cosmopolita y Salvini, hacia la derecha liberal”.
Hecha la aclaración, resulta que Vox es “valores de derecha e ideas de izquierda”, un concepto tan reconocible que le ha valido a Fusaro los epítetos de rojipardo, “marxista imaginario” o tapado de la ultraderecha. Pero no parecen afectarle.
Fusaro ha hecho polémica también en España desde hace unos meses, desde el momento en que sedujo a sectores minoritarios de la izquierda, que han publicado y comentado sus artículos y libros, en los que destila un discurso antisistema muy asumible: el capitalismo odia a los jóvenes porque los sume en la precariedad, el capitalismo odia al pueblo y a la familia. Y mien(“la derecha es mucho más abierta al diálogo”, dice), otra es la televisión. Y, por supuesto, las redes sociales. Este antiglobalista las usa con intensidad. Ha criticado que los chicos dejen las clases para seguir la protesta ecologista de Greta Thunberg (“instrumentalizada”); hace dos años apoyó el movimiento contra las vacunas (“intereses de multinacionales y pensamiento único”), y entre una cosa y otra arremetió contra la capitana Carola Rackete el día de su detención por desembarcar náufragos en Lampedusa. Según él, detrás de los barcos de las oenegés podría estar el intrigante George Soros. “Lo que está ocurriendo hoy –asegura– es una deportación de esclavos de África, no para integrarse sino para ser explotados en los campos de tomates de Italia; la clase capitalista usa la inmigración de masas para tener esclavos a bajo coste, bajar salarios a los trabajadores y crear conflictos”. Y el papa Francisco, que representa a la “mundialización capitalista”, apoya los “puertos abiertos”.
A estos planes, que suenan a una vieja teoría conspiranoica de la sustitución, se uniría una lucha contra la familia, porque “es un vínculo comunitario fuera del mercado”. Con ayuda de la izquierda fucsia, el capitalismo “convence a los jóvenes de que la familia es homófoba y el hogar del feminicidio” porque “quiere individuos aislados que consuman” y que sean “pansexuales, que gocen con mujeres, con hombres, con transgénero, y próximamente con niños: en diez años el capital habrá liberalizado la pedofilia”.
Veremos qué pasa con Vox Italia. Hasta ahora, la única aventura política de Fusaro fue presentarse en mayo a la alcaldía de Gioia Tauro (Calabria) por Risorgimento Meridionale. El piamontés sacó un 2%.
Apoyó el movimiento antivacunas, critica las protestas ecologistas y dice que el capitalismo legalizará la pedofilia