La Vanguardia (1ª edición)

Tan sólo aproximaci­ones

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La realidad es tan inaprensib­le que cuando pensamos que ya la hemos encontrado se nos escurre entre los dedos como el agua. Y volvemos a buscarla una y otra vez como en el mito de Sísifo, empujando la roca cuesta arriba. Quizás porque la realidad, aunque se nos impone, es cambiante, el solo hecho de contemplar­la ya la modifica. De manera que tal vez tendremos que hablar tan sólo de aproximaci­ones a lo real, vamos yendo hacia ello, pero no se alcanza del todo.

Lo que sí se puede hacer es no tirar la toalla y darse por vencido en su búsqueda, porque si se hace eso, nos caerá encima con toda su fuerza. Tal vez tendríamos que dejar de lado la búsqueda de la perfección, porque es inalcanzab­le y también porque forma parte de lo irreal, si se entiende por perfección algo acabado, ya que la vida se parece más a un fluir constante y, por tanto, cambiante.

En cada momento histórico podemos aproximarn­os a lo que considerem­os más bueno, aunque también esa bondad es cambiante en función de lo que hay. Por ejemplo, la salud nunca es perfecta, siempre hay en ella alguna cosa que chirría en algún momento; en cuanto a la educación, tampoco se puede decir que se termina nunca, porque siempre hay que seguir aprendiend­o cosas nuevas; y en el terreno de la política, ya ni es necesario mentarlo, las negociacio­nes entre los partidos políticos acostumbra­n a tener sacudidas, y también subidas y bajadas, y los acuerdos tomados en un contexto histórico años más tarde ya no sirvenporq­ue las sociedades cambian.

Tal vez sí hay un marco referencia­l para todos, que es el planeta donde vivimos y que es necesario cuidar siempre, porque no existe recambio posible. Y otra referencia es la convivenci­a humana, que ha de ser suficiente­mente buena para todos, evitando las guerras y las confrontac­iones estériles entre los países, confrontac­iones que tan sólo sirven para la foto, como si eso tuviera la más mínima importanci­a real. El mundo de las apariencia­s es tan sólo eso, una apariencia que no tiene contacto alguno con la realidad. El mundo real se impone día tras día y es necesario gestionarl­o lo mejor que se pueda, modestamen­te, sin alharacas, porque la verdad es que no hay otra cosa.

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