“Los mejores se han apartado de la política”
Mario Vargas Llosa, escritor, publica ‘Tiempos recios’
Mario Vargas Llosa vuelve a la senda de La fiesta del chivo con otra gran novela, Tiempos recios (Alfaguara), dedicada nuevamente a un capítulo clave en la convulsa historia de América Latina. La trama se centra en la perversa y prodigiosa campaña propagandística que condujo al golpe de Estado contra el demócrata y liberal presidente guatemalteco Jacobo Árbenz en 1954 bajo la dirección de la CIA. El Nobel peruano intercala ingredientes de ficción en lo que es la crónica de una gigantesca mentira con efectos devastadores.
Por lo que nos cuenta en la novela, una estratosférica – la fabricada por la United Fruit a principios de los cincuenta– cambió el destino de Guatemala.
Sí, se creó una mistificación que primero convenció al público y luego al Gobierno estadounidense. Sus responsables asumieron como un hecho, sin absolutamente ninguna base, la sovietización del presidente Árbenz y su política. Fue una invención, una fake news pura, y todo para defender a una compañía que se sentía amenazada por que el ejemplo
fake news
del ejecutivo de Árbenz pudiera cundir por toda Centroamérica y el Caribe. El creador de esa mentira, Edward Bernays, sostenía ya en 1928 que la publicidad sería el elemento clave del poder en el siglo XX. Y de hecho consiguió engañar a millones de personas. Lo hizo logrando que fueran los diarios más liberales, y no los más reaccionarios, los que denuncian esa supuesta sovietización de Árbenz.
¿Puede hoy día una mentira alterar el curso del mundo?
Sin ninguna duda. Estamos rodeados de mentiras. Vemos cómo países que parecían profundamente democráticos como Estados Unidos o Gran Bretaña han caído en manos de populistas que no vacilan en mentir y decir las cosas más disparatadas.
Con Árbenz, la prensa se tragó una bola enorme. Y ahora, ¿están los medios de comunicación a la altura de las circunstancias?
En los países libres con una prensa diversa, normalmente uno puede deslindar las verdades de las mentiras. Y aun así ya vemos cómo las mentiras se convierten en supuestas verdades en países muy desarrollados. Es tremendo que, cuando ya la democracia parecía haberse quedado sin adversarios al haber fracasado su mayor enemigo, que era la fantasía del comunismo, surjan dentro de la propia democracia el populismo, el racismo, el nacionalismo... Parecía mentira que la democracia pudiera pudrirse desde dentro. Hombre, el sistema tiene mecanismos para salvarse, como prueba la batalla que ahora la prensa estadounidense está dando contra los disparates de Trump. O la movilización contra la metedura de pata que es el Brexit.
Latinoamérica ha mejorado y el mundo también. Pero, como dice, proliferan los populismos. Se alzan barreras y crecen las desigualdades. ¿Vuelven los tiempos recios? ¿Estamos en retroceso? No, no. Decir eso sería injusto. Tras la caída del falso paraíso comunista, por cierto que sólo por su propia incapacidad para resolver las cuestiones básicas, hoy día el dilema es democracia o democracia. El progreso está claramente ligado a la libertad, las instituciones, la legalidad. Otra cosa es que hayan resurgido viejos demonios que se creían extinguidos.
¿Faltan líderes como Árbenz? Con la política ha ocurrido algo terrible en el mundo, tanto en los países pobres como en los más avanzados. Y es que los mejores se apartan de ella y se la dejan a quienes quieren vivir de ella pero a menudo no están capacitados ni tienen la vocación generosa de mejorar las cosas. Así que los jóvenes no sueñan con ser políticos. Una de las grandes tareas de nuestro tiempo es convencerles de que la política puede ser algo creativo, idealista y maravilloso. Pero lo que se ve de la política son los líos, enredos, la parálisis...
Por ejemplo en España.
Por ejemplo. Después del fenómeno extraordinario de la transición, ahora parece que la sociedad alcanzó un nivel que le permite empobrecer la política. Pero hay que mantener el optimismo. Porque, si uno mira atrás, enseguida ve que se ha progresado. En todas partes. El mundo está mal pero también está bien. Y, por cierto, la construcción de Europa es fundamental para que Occidente tenga una presencia en el futuro de la humanidad y no quede marginado por la presencia de los grandes imperios. Y justamente es Europa la principal diana de los populistas y los nacionalistas, los grandes enemigos de la democracia.
Usted siempre ha sido contundente respecto a los nacionalismos, y en concreto ante el independentismo catalán. ¿Pero cuál es su propuesta, su mensaje? Mientras Catalunya forme parte de España, todas las concesiones me parecen justificadas y legítimas. Lo que no se puede aceptar es abrir la vía a la desintegración del país. Eso constituiría un obstáculo enorme para la construcción de esa Europa que yo creo que, discreta y sensatamente, avanza hacia la pulverización de sus fronteras. Porque si los brotes nacionalistas e independentistas proliferan y tienen éxito, al final lo que va a desaparecer es Europa y vamos a volver a las guerras nacionales. ¡Qué cosa tan absurda y tan anacrónica! ¿No? Por eso en este asunto hay que ser firme y tajante.
“El mayor adversario de la democracia está en su interior: nacionalismos, populismo, racismo...”
“Mientras Catalunya siga en España, todas las concesiones me parecen legítimas”