La Vanguardia (1ª edición)

“No lo duden; recibimos mil veces más de lo que damos”

CINCO HIJOS DE ACOGIDA

- C. LÓPEZ Madrid

Eulogio Melgosa, de 58 años, es un hombre valiente, muy valiente. Y no es por ser padre de acogida y todo lo que eso puede conllevar, sino por no tener pereza alguna en criar y criar, soportar estoicamen­te ayudar a hacer los deberes, enseñar a montar en bici, ir al parque a jugar o lidiar con los cambios de humor de un adolescent­e. Él lo ha hecho hasta en cinco ocasiones. Y sin que le falte la sonrisa. “He hecho del acogimient­o mi forma de vida. Para mí, esto da sentido a mi existencia”, explica.

Todo empezó hace casi 30 años. Su mujer y él no querían tener hijos, pero sí querían “echar una mano a los niños”. Pensaban algún programa de apadrinami­ento o similar. “Pero un día, caminando, vimos un cartel solicitand­o familias de acogida. Y pensamos, ¿por qué no? Teníamos posibilida­d económica y ganas”. Y ahí empezó todo.

Me pierdo a la hora de contar todos los niños que han pasado por su casa tanto en acogida permanente como en temporal, incluyendo niños saharauis. “No me mire así. No soy un santo, ni mucho menos. Siempre he recibido más, mucho más, de lo que he dado. No lo dude”, indica.

De todos los niños que ha acogido, tres lo han sido de manera permanente. El mayor llegó de pequeño y ya ha cumplido 32 años. Se acaba de independiz­ar y es el orgullo de sus padres.

“Es un valiente. Siempre lo ha sido. Tiene una enfermedad rara, piel de mariposa, y cuando era pequeño quería jugar al fútbol, pero no le dejaban porque cualquier balonazo le arrancaba la piel. Y se ponía en medio del campo y decía que de allí no se movía si no le dejaban jugar.Un valiente, ya te digo. Además de una persona comprometi­da, solidaria y llena de amor”.

Ahora que ha abandonado el nido familiar, sigue de cerca a la benjamina de la familia, de 9 años. Una niña que llegó con 6 y que es la alegría de la casa. “Está pendiente de ella, cuida que no le falte de nada y piensa en que no le falte cuando sea mayor. ¡Ahorra para sus estudios!”.

Ella es la última. Pero en medio hay otro hermano, que también se ha independiz­ado, otras dos niñas que estuvieron años en acogida temporal y los niños saharauis. “Aunque esto es distinto. Los niños saharauis tienen su familia, su red, pero tienen carencias materiales y económicas. Los otros no. Necesitan una familia”. A sus 58 años, vuelta a empezar con su pequeña. Pero no le importa. “¿Cómo me va a importar escuchando cosas como las que dice la niña?”. Y cuenta: “Hace un tiempo, en septiembre, entró en casa un cachorro de perro. La niña estaba en la habitación, hablando con él. Y le decía que no se pusiera triste, que ella entendía que tuviera miedo de estar en una casa con gente que no conocía. Que a ella también le había pasado y que cuando llegó, incluso, sus padres no le caían bien. Pero que no se preocupara, estaba en un buen hogar, con gente buena, que le querrían como a ella y que estaba muy contenta. ¿Qué más puedo pedir?”.

“Hace 28 años vimos un cartel buscando familias de acogida y nos preguntamo­s: ¿por qué no?”

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EMILIA GUTIÉRREZ

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