Ellas, igual que ellos
Los cruces de la fase final, la de Budapest, ya incorporarán la estructura de la nueva Copa Davis: dos individuales y un dobles.
En esas mismas finales, habrá cuatro grupos de tres países. El primero de cada grupo pasará a las semifinales.
De alguna manera, la reforma de la Fed Cup cierra el debate que había abierto la nueva Copa Davis. Viene a decirnos que la transformación es un acierto. Pese a disfunciones en los ciclos de los jugadores, que lo lamentaban. Se veían jugando en tierra en Montecarlo, para saltar a la superficie rápida en Minsk una semana después, antes de volver a la tierra, por ejemplo en París. El desfase les echaba para atrás. Saturados y desconcertados, muchos optaban por renunciar al compromiso con su país. Los capitanes se veían en un brete: no había manera de configurar un equipo con cara y ojos.
Eso mismo estaba ocurriendo en el circuito femenino.
La deriva de la Fed Cup dependía del espíritu de las jugadoras con más peso. Si alguna de ellas renunciaba, las expectativas de un país caían en picado. Todo ello iba en contra del torneo, que se diluía en el calendario, víctima de caprichos.
Perth marcará el cierre de temporada de Ashleigh Barty, la revelación del año.
En este 2019, Barty se ha adjudicado Roland Garros y la Copa de Maestros femenina, y se ha aupado al número 1 del circuito WTA: allí es donde acabará el curso, pase lo que pase en Perth. Es la primera australiana que ha conseguido esto último.