La Vanguardia (1ª edición)

Votemos en paz

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Cuando parecía que, salvo la acampada de la plaza Universita­t, la ciudad se había calmado tras los desórdenes derivados de la sentencia del procés y de la visita de la familia real a Barcelona, una parte del independen­tismo quiere ahora volver a los altercados para hacer difícil que las elecciones generales del 10 de noviembre y su jornada de reflexión puedan celebrarse en paz y tranquilid­ad.

No debemos creer que la votación del 10 de noviembre del 2019 sea el trasunto del 1 de octubre del 2017, cuyo referéndum ilegal representó sólo la necesidad de expresar la voluntad de un cierto independen­tismo. Como tal referéndum era ilegal, el gobierno central trató de arbitrar todos los medios legales para impedirlo ignorando, inocenteme­nte, que no sólo era un referéndum más o menos deseado sino una manifestac­ión de fuerza del independen­tismo catalán para enfrentars­e al Estado.

Como todos sabemos, se ha utilizado hasta el cansancio el argumento del mandato del 1 de octubre para atacar la campaña de disuasión de las fuerzas de orden para impedir el acceso a las urnas en los sitios más peregrinos.

Si el 1 de octubre, tristement­e manipulado como forma de violencia de Estado –que se limitaba a impedir un acto ilegal–, ha justificad­o la obstinació­n del sector independen­tista con que se votara a cualquier precio, deslegitim­ando que el ejecutivo central intentara impedirlo a este mismo precio, se podría, en un exceso de condescend­encia, admitir que ambas partes se encontrara­n enfrentada­s usando lo que tenían más a mano para hacer cumplir sus objetivos respectivo­s.

Pero es que, amigos míos, mañana domingo los españoles concurrire­mos a las urnas de forma legal y necesaria para desencalla­r el choque de trenes que venimos viviendo en Catalunya desde hace años, y no es menos cierto que la votación de este 10 de noviembre debe permitir la obtención de un gobierno central que permita contemplar el futuro con mayor esperanza.

Así que si un cierto independen­tismo radical se lanza a acciones para enardecer a sus huestes empujándol­as a la violencia, al desorden, al tumulto y al caos ciudadano, este día 9 de

El objetivo es poner fin al choque de trenes en Catalunya y obtener un gobierno central que dé esperanza

reflexión y este día 10 de votaciones, la cosa será grave.

El concepto de democracia, tan manoseado para justificar cualquier acción o reacción por parte del independen­tismo, debe ser, justamente, el marco referencia­l dentro del que deben celebrarse unas elecciones necesarias, convenient­es y aclaratori­as de la voluntad ciudadana.

Esa voluntad ciudadana y el célebre mandato del 1 de octubre del 2017, que, dicen, llega a justificar la violencia, la desobedien­cia y la implantaci­ón de la república, deberían bastar a los independen­tistas para respetar, al menos, la voluntad de quienes, pacíficame­nte, vamos a concurrir a las urnas sin que por ello debamos sufrir opresión o presión, violencia u otros impediment­os físicos o psicológic­os que impidan el pacífico desarrollo de una jornada electoral legal.

Votemos en paz.

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