La discapacidad también juega
Los reglamentos federativos no están adaptados a una sociedad inclusiva
El caso de Laia, la niña con síndrome de Down que juega en un equipo de voleibol infantil siendo ella cadete, ha destapado el debate sobre la inclusión en el deporte de base. De hecho, este buen ejemplo de inclusividad –niños divirtiéndose con el juego, aprendiendo sobre las normas, progresando técnicamente y apoyándose unos a otros para crecer– ha visibilizado una realidad social: el deporte de base no suele incluir a personas con discapacidad.
Los reglamentos, por ejemplo, clasifican las categorías por edad. “Y la edad, para personas que cursan retraso, es una exigencia que los discapacita”, indica Beatriz Gravia, psicóloga de la Fundación Catalana de Síndrome de Down. Sería como colocar a un niño sin discapacidad en un equipo dos años mayor.
Como jugadora, Laia es una excepción en Catalunya, y si la Federación Española de Voleibol encuentra una fórmula para que juegue la Copa de España, como así se ha comprometido el presidente Agustín Martín Santos, será también una excepción en España.
Cabe preguntarse qué sucede con el resto de personas con discapacidad que quieren practicar algún deporte. Se calcula que un 10% de la población tiene algún tipo de discapacidad, lo que no corresponde ni con la ausencia de estas personas en las pistas, ni con el hecho de que Laia sea una excepción, al jugar en un equipo de un club de su ciudad.
Existen deportes que organizan equipos de discapacitados (tratándolos como si fueran un grupo homogéneo), excluyéndolos de las ligas ordinarias. Compiten, si compiten, entre ellos. De hecho, existen federaciones con diferentes tipologías de discapacitación (físicas, psíquicas e intelectuales). Pero quedan siempre al margen de las ligas y competiciones. En ocasiones, como indican los expertos, los grupos específicos son imprescindibles para que las reglas se adapten a sus situaciones excepcionales. Sin embargo, no es la opción de todos los deportistas discapacitados.
Parte de la poca asistencia a actividades deportivas empieza en la infancia cuando las familias no quieren exponer a sus hijos a amargas experiencias para sus hijos. El fútbol, por ejemplo, es un juego rápido que requiere mucha destreza y en España se juega con una excesiva exigencia, explica Javier Hernández, profesor de INEF.
Maribel Zamora, presidenta de la Federación Catalana de Voleibol, relata que se intentó crear un equipo de voleibol de discapacitados. “Teníamos un buen liderazgo del proyecto, había recursos, profesores... y no pudo hacerse por falta de demanda”. También está costando arrancar un segundo equipo de rugby ( ya tiene uno) en Catalunya, a pesar de la experiencia exitosa del único existente (Barcelona Universitari Club) y del entusiasmo que arranca el encuentro nacional de Cullera (Alicante), donde se reúnen multitud de equipos.
La Fundación del Barça crea cada año un grupo formado por niños con discapacidad de toda tipología “para que las familias vean que sus hijos pueden hacer deporte como los demás”. Se trabajan dinámicas para que todos participen en los juegos y se diviertan, modificando las reglas. Juegan bajo la metodología Futbolnet (que no se refiere únicamente al fútbol).
Después del año, derivan a estos niños a clubs deportivos según sus intereses y capacidades. “El éxito es muy alto”, indica Mariona
Grupos unidos por sus dificultades o bien integrarlos en equipos ordinarios
Las divisiones de categorías podrían hacerse por nivel de habilidad o capacidad