La Vanguardia (1ª edición)

El ciclista solar que cruza Europa

- JOSEP FITA

“Un buen viajero no tiene planes fijos ni la intención de llegar”. Esta frase, que se atribuye al filósofo chino Lao Tse, parece que se escribió pensando en Benoit Vanden Haute. Este belga de 36 años lleva siete meses cruzando Europa en una bicicleta (lo que denota que su viaje está en el camino y que el destino, de tenerlo, puede esperar); y su trayecto no tiene fecha de caducidad: defiende que seguirá pedaleando hasta que siga disfrutand­o de la experienci­a y siga luciendo el sol (esto último lo dice este periodista).

Y es que una de las principale­s caracterís­ticas del viaje que inició Benoit hace siete meses desde De Haan-Wenduine (Bélgica), lugar donde reside, radica en el medio de transporte elegido: una bicicleta que arrastra dos paneles solares. La energía que produce la tecnología que lleva acuestas le permite pedalear como si no llevara carga (el motor es el que se encarga de tirar de los casi 100 kilos que le acompañan en su particular travesía).

Por el momento, su pedaleo constante le ha permitido pisar ya 18 países. Empezó en su tierra, Bélgica, y de ahí puso rumbo al norte, pasando por Holanda, Alemania, Dinamarca, Suecia y Noruega. En Tromsø, al norte del país del salmón, viraría de dirección para poner rumbo al sur. A partir de ahí vendría Finlandia, un pequeño desvío para visitar Sant Petersburg­o (Rusia) por un día, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Austria, Eslovenia,

Italia, Francia y, siete meses después de dar su primera pedalada, España.

En estos más de 200 días de trayecto, sólo ha recogido más que buenas experienci­as. “Estoy muy contento de cómo está resultando el viaje”, explica a La Vanguardia. Asegura que muchas personas con las que se ha cruzado han querido ayudarle. Incluso en Finlandia, que era viajar en periodo vacacional. Durante la mayor parte de su vida ha trabajado en el sector turístico. Por ello, le resultaba una especie de entelequia poder realizar un viaje en la época en la que la mayoría de los mortales lo suele hacer.

Su aventura tampoco esconde ninguna reivindica­ción. Viaja por el placer de viajar. Y se detiene en los lugares que más le atraen para hacer kitesurf, bucear o ir en kayak.

Pedalea entre cinco y seis horas al día, recorriend­o unos 90 kilómetros cada jornada. “En días nublados recorro menos distancia”. El estado del pavimento condiciona su velocidad: “Si está en buenas condicione­s puedo circular a 30 km/h. Si no, voy a 10 o 15 km/h”.

Sus padres se quedaron en estado de shock cuando les contó su plan. Fue en el verano del 2018, justo cuando empezó a idearlo. Sus amigos no se sorprendie­ron tanto. “Me conocen, pensaron que lo haría”. Algunos de ellos se han desplazado para visitarle en algún punto del camino. También sus progenitor­es: cinco meses después de iniciar la ruta, se encontraro­n en Caldonazzo (Italia); recienteme­nte lo han hecho en Palamós (Girona).

Benoit no piensa en cuándo acabará su travesía. “Mientras disfrute de la experienci­a, y el alquiler de mi apartament­o me lo permita, seguiré viajando”. Ahora pondrá rumbo al sur de España. Luego le gustaría deshacer sus pasos en la Península para reseguir la costa atlántica francesa y saltar al Reino Unido, Escocia y posteriorm­ente a las dos Irlandas. De ahí se plantea dirigirse a América. Y por qué no pisar Australia. Pero todavía queda mucho para eso. “No quiero pensar en ello, quiero tener la mente limpia. Sólo pienso en los próximos dos o tres días que vendrán”, concluye.

No ha sentido miedo en ningún momento de su travesía: “Soy una persona tranquila, no me estreso”, asegura

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B. V. H. Benoit Vanden Haute junto a su curioso medio de locomoción

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