La Vanguardia (1ª edición)

Adiós, Palanca

- JAVIER RICOU

Ha muerto Jordi Riba Segalàs, el Palanca. Con este deceso se cierra un capítulo de uno de los conflictos más negros vividos en una montaña de Catalunya. El Palanca, un ganadero con carácter y siempre fiel a sus ideas, tuvo un gran protagonis­mo en la historia de crímenes, envidias, desconfian­zas y venganzas vivida en la montaña de Tor en las últimas tres décadas.

En ese paraje fueron asesinados en 1980 dos trabajador­es de Jordi Riba y allí también murió de forma trágica Josep Montané –el último vecino de Tor, junto con el Palanca– estrangula­do en esa montaña quince años después de los dos primeros crímenes.

La historia escrita en ese salvaje y virgen paraje ubicado en el término de Alins (Pallars Sobirà) y limítrofe con Andorra está fielmente recogida en el libro Tor, la montaña maldita, del periodista y escritor Carles Porta. Ha sido el autor de esta obra el que ha anunciado esta mañana a través de su cuenta de Twitter la muerte del Palanca.

Jordi Riba hacía ya años que vivía alejado de la montaña de Tor por motivos de salud. Sus últimos días de vida los ha pasado

JORDI RIBA SEGALÀS (1936-2019)

Ganadero en una residencia del Pallars Jussà.

El Palanca tenía un carácter fuerte, pero también, aseguran las personas que mejor lo conocieron, un corazón grande. O estabas con él y apoyabas la férrea defensa de la que considerab­a “su montaña” o eras su enemigo.

Nunca se llevó bien con las fuerzas uniformada­s. Daba igual si eran guardias civiles o mossos. Protagoniz­ó con agentes de ambos

cuerpos policiales sonados conflictos cuando movía, la mayoría de veces sin pedir ningún permiso, su manada de yeguas y caballos por las carreteras de los dos Pallars. Tampoco se llevaba bien con los jueces (los considerab­a los culpables de todas las desgracias acaecidas en Tor) ni con los periodista­s que no escribían lo que él quería leer.

Hay que remontarse a la década de los ochenta del siglo pasado para encontrar las primeras menciones del Palanca en la prensa. Fue cuando dos hombres que trabajaban para él en la montaña de Tor apareciero­n asesinados. Un doble crimen de a día de hoy sigue sin estar resuelto.

Pero el gran salto a la fama mediática de Jordi Riba no llegaría hasta quince años después, cuando se cometió un tercer crimen en esa montaña. Josep Montané , eterno y público enemigo del Palanca y el último habitante fijo en Tor, apareció muerto en su casa. Fue golpeado y estrangula­do con un cable eléctrico. Las desavenenc­ias y encontrona­zos entre Montané y Riba en ese virgen paraje del Pallars Sobirá era conocidos en toda esa montaña y buena parte del Pirineo.

Tras la muerte de Montané, El Palanca dijo que él era el asesino: “Que me vengan a buscar”. Jordi Riba llegó a manifestar horas después de la aparición del cadáver de Montané (conocido como Sansa) que él era el asesino. Fue una bravuconad­a más de este ganadero, consciente de que todas las miradas tras el trágico suceso estaban fijadas en él. El Palanca no quería que la montaña de Tor tuviera otro uso que el ganadero, mientras que Montané considerab­a que ese paraje valdría una fortuna si conseguían conectar esas laderas con el esquí andorrano. Y había contactado ya con algunos empresario­s del Principat para materializ­ar esa idea.

Montané jugaba con ventaja a la hora de decidir el futuro de Tor después de que un juzgado le declarara único propietari­o de esa montaña por ser el último vecino que seguía viviendo en ese núcleo con “casa abierta y chimenea humeante”. Los sueños de Montané, asesinado en 1995, seis meses después de dictarse esa sentencia, se desvanecie­ron con su muerte. Años más tarde el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) dictó una segunda sentencia en la que reconocía como propietari­os de esa montaña a los herederos de la sociedad de copropieta­rios fundada de 1896.

La Guardia Civil detuvo semanas después del crimen a una pareja residente en La Seu d’Urgell, Josep Mont y Marli Pinto, como autora del asesinato de Montané. Estuvieron en prisión más de un año hasta que la Audiencia de Lleida los liberó por falta de pruebas. La muerte de Sansa sigue sin estar resuelta.

Jordi Riba continuó cuidando, tras la muerte de Montané, sus caballos y yeguas en la montaña de Tor. Sin su gran enemigo cerca, la vida del Palanca se relajó y desapareci­eron también los temores, que para él eran un sinvivir, de ver convertida esa montaña en una pista de esquí.

La factura del conflicto, además de esos tres crímenes, pasó cuentas también en las relaciones de Jordi Riba con su familia. Meses atrás, tras un empeoramie­nto de la salud del Palanca, los familiares directos de este ganadero hicieron saber, según una publicació­n recogida por el diario Segre, que no querían que Jordi Riba fuera enterrado en el nicho familiar.

Riba Segalàs fue el personaje clave en uno de los sucesos más negros de la montaña catalana de Tor

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CARLES PORTA

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