La Vanguardia (1ª edición)

Neorrealis­mo actual

-

Justo antes de las luces de Navidad, se activan en la cartelera de espectácul­os las ofertas que aspiran a incidir en el mercado de defecacion­es de tió, tómbolas de amigo invisible y regalos de árbol navideño (los Reyes caen lejos, ya en la temporada de rebajas). Los teatros públicos juegan en una liga que exige una cierta regularida­d, la Beckett beckettea y las salas alternativ­as pugnan por mantener el tipo en estos tiempos de movilizaci­ones constantes. En época de palos, el vientre de los tions de las artes escénicas excreta muchas de las propuestas escapistas que nutren las superprodu­cciones más comerciale­s: circos mesiánicos, magopops, musicales de franquicia, conciertos manélicos y comedias de reposición. Apuestas más o menos seguras dirigidas a un público de banda ancha. Mainstream. De vez en cuando, en este menú de platos estrella se cuela algún dramaturgo que estrena una obra capaz de conquistar, también, el favor de un público ocasional. Esta temporada Pere Riera tiene muchos números de entrar en este mercado del consumo navideño con La dona del 600, una obra a la que le iría bien el calificati­vo de neorrealis­ta si no fuera una etiqueta ya registrada. La acaba de estrenar en el teatro Goya con un reparto espléndido: Mercè Sampietro, Àngels Gonyalons, Jordi Banacoloch­a, Rosa Vila y Pep Planas. Cinco personajes que se mueven por el escenario como cinco piezas metálicas atraídas con intensidad variable por un potente imán central que es el protagonis­ta interpuest­o de la obra: Confit.

El planteamie­nto de Riera recuerda aquel cuento de Pere Calders en el que aparece un tigre en el comedor, pero rápidament­e evoluciona hacia el realismo de las novelas de Paco Candel. Aquí lo que hay es el Confit, un Seat 600 tan detonante como un tigre, entre otras cosas porque está en la quinta planta de una escalera de vecinos. El único habitante del pisito-garaje es un mecánico viudo (Banacoloch­a) que combate el duelo por su difunta esposa (Sampietro) reconstruy­endo en medio del comedor el coche que ella conducía. Por el patio de butacas se esparce la extrañeza estupefact­a que emana de las hijas, la nómada médico sin fronteras (Gonyalons) que le visita por sorpresa y la sedentaria funcionari­a (Vila) que no le visita desde hace tiempo a pesar de vivir en el mismo vecindario. Riera utiliza esta base documental de costumbris­mo obrero como punto de partida. Los detalles de época son el medio, el pentagrama de una partitura que acoge las melodías emocionale­s de cada uno de los cinco personajes. La dona del 600 es una obra que sobresale en los dos componente­s de la fórmula de la velocidad: espacio y tiempo. Es notable la simplicida­d escénica con que la historia avanza o retrocede, y excelente el hallazgo del espacio de intimidad que delimita el interior de un seisciento­s para albergar las escenas de una carga emocional más intensa, contrapunt­adas por gags de descompres­ión que provocan carcajadas y lágrimas. Llueve y luce el sol a la vez, todo el mundo al teatro.

‘La dona del 600’ es una obra que sobresale en los dos componente­s de la fórmula de la velocidad: espacio y tiempo

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain