La Vanguardia (1ª edición)

“T’estimo, Àlex”

Gabriel Masfurroll conserva el alma de su hijo, fallecido en 1985

- Sergio Heredia

Lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte Antoine de Saint-Exupéry, ‘El Principito’

–Cuando nació Àlex, en 1982, nos costó asimilarlo. Sobre todo, a mí. Buscamos un pediatra que nos diera esperanza, que nos dijera lo que queríamos oír. Uno de ellos nos dijo: “Lo que tiene Àlex no es síndrome de Down, es mosaicismo. Tiene una sindromía, pero no la trisomía 21”. Palabras... Uno se agarra a un clavo ardiendo. Los problemas son problemas hasta que los asumes. Entonces se convierten en circunstan­cias de tu vida. Vamos a ver: ¿quién no tiene circunstan­cias?

Àlex Masfurroll estuvo tres años en este mundo. Nos había acompañado en los primeros años ochenta, un tiempo aún oscuro, al menos en el cuidado de estas patologías. Hoy, Àlex Masfurroll tendría 37 años. Gabriel Masfurroll me cuenta que algunos, al verle venir con el bebé en el carrito, se cambiaban de acera:

–Supongo que no sabrían qué decirme. Entonces, no se hablaba de síndrome de Down. Un niño como Àlex era un mongólico o un subnormal. Y lo decían con desprecio.

–¿Eran amigos, conocidos...?

–Como diría Josep

Pla, hay conocidos y hay saludados. Estos eran saludados. ¿Sabe qué pasó al morir Àlex?

–¿...?

–Algunos saludados nos dijeron: “Menos mal”. “Qué suerte”.

“Qué alivio”. ¡Pero oye, que no! ¡Que se había muerto nuestro hijo, y era exactament­e igual que cualquier otro!

–Y su familia, ¿cómo lo vivió?

–Nos repartimos los papeles. Cris, mi mujer, se volcó. Es enfermera.

Cambió sus hábitos. Se centró en la estimulaci­ón precoz de Àlex.

Nuestro hijo Gaby, tres años mayor que Àlex, lo sufrió en especial. Al morir Àlex, tras una neumonía y un paro cardíaco fulminante (fue un proceso inesperado, no común), nos llamaron del colegio de Gaby. Nos dijeron que el niño jugaba a hacer entierros. También Paola, la hermana pequeña, le lleva con ella. –¿Y usted?

–Yo intervine en la Fundació Catalana del Síndrome de Down. Me involucré en la reforma de la Lismi, la ley de Integració­n Social de los Minusválid­os. Pero, ¿sabe qué? –Dígame...

–No recuerdo nada de lo que pasó en los dos años posteriore­s a la muerte de Àlex. De aquello me queda una nebulosa. Nuestro hijo se había ido, y en casa no se hablaba de él. –¿En ningún momento?

–Ahora no tengo ningún problema en contarlo. Pero durante ocho o diez años, la figura de Àlex pertenecía a algo muy íntimo. No veíamos sus vídeos. Su presencia quedaba encerrada en cuatro paredes.

–¿Y ahora?

–Todo cambió cuando creamos la fundación, en el 2006. Se nos ocurrió llamarla Fundació Àlex. Y para eso, había que dar a conocer la historia de Àlex. No queríamos ver sus

BARCELONA

66 AÑOS

FÚTBOL

FUE

VICEPRESID­ENTE DEL

BARÇA

EN EL 2006 CREÓ

LA FUNDACIÓ ÀLEX vídeos, pero los desenterra­mos. Y aquello lo cambió todo. Àlex volvió a la vida. Los nietos, tengo tres, hablan del tío Àlex. Y ahora él está en todas partes.

–Al nacer Àlex, ¿ustedes eran consciente­s? –A nivel estadístic­o, había un 0,00001% de que nos pasara. No teníamos antecedent­es. Mi mujer tenía 26 años y yo, 29. Hay que creer en el destino. Su nacimiento trajo cosas duras y otras buenas. No tendríamos la fundación. No ayudaríamo­s al prójimo. Si todos ponemos granitos, la playa será hermosa.

(...)

El jueves, Àlex ocupaba el centro de una gran sala en el hotel Arts, escenario de la primera Gala Benéfica de la Fundació Àlex, bajo el lema Perfectly Imperfect, con el auspicio de Marriott Business Council.

Gabriel Masfurroll parece hoy un hombre del Renacimien­to. En su despacho conserva una guitarra de Paco de Lucía. Preside el consejo de administra­ción de la Clínica Mi Tres Torres. Preside el consejo social de la UAB. Fue directivo del Barça durante quince años: tuvo cargos de peso en los tiempos de Núñez, Gaspart y Rosell. Se licenció en Económicas. Y escribe.

Publica columnas quincenale­s en

Marca.

La sección se titula Cartas a Àlex. Se permite un último párrafo en catalán.

¡El último párrafo en catalán, en Marca !Y siempre cierra las columnas con una frase: ‘T’estimo, Àlex’.

También hace libros.

Acaba de publicar La audacia de vivir (Caligrama, de Penguin Random House). –¿De qué trata?

–Es mi autobiogra­fía, a partir de los 65 años. Parece que, al alcanzar esa edad, has cruzado una línea y te llevan al desguace. Debes reposicion­arte y plantearte el futuro. El libro me ha hecho reflexiona­r sobre mi vida. Ahora me permito dejar cosas que ya no debo hacer y centrarme en otras.

Me permito volver a Àlex:

–La Fundació Àlex, ¿a qué se dedica? –Hace un mes vino a España un niño del norte de Argentina. Tenía cáncer y malformaci­ones en piernas. Logramos evitar la amputación de la pierna. El niño hará vida normal y ha conocido a Messi. Ayudamos a niños con síndrome de Down y a otros con discapacid­ades físicas. Hacemos del deporte un integrador social. Practican vela, natación, atletismo, hockey hierba o boccia, una suerte de petanca adaptada.

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LLIBERT TEIXIDÓ Gabriel Masfurroll, en su despacho en Barcelona, la semana pasada
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