La Vanguardia (1ª edición)

Boris Johnson hace valer su ley

El premier presenta un programa dirigido a sus votantes de clase obrera

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

En la comedia francesa Bienvenido­s al norte, un cartero provenzal hace la trampa de hacerse pasar por minusválid­o para conseguir un traslado a la Costa Azul, le pillan, y como castigo es enviado a un pueblo cercano a Dunkerque sobre el que tiene todo tipo de prejuicios: tiempo horrible y gente antipática con un acento que no entiende. Pero la realidad resulta diferente y adora el lugar. A Boris Johnson le ha pasado lo mismo, de repente se ha enamorado de la Inglaterra septentrio­nal, postindust­rial y deprimida, y de sus clases trabajador­as. Al fin y al cabo son las que le han dado la victoria.

Boris también sabe algo de trampas –es el pistolero con más ases guardados en la manga del saloon de la política británica–, pero, al contrario que al cartero de la película, sus compatriot­as no le han pillado, y si lo han hecho, han preferido mirar hacia otro lado. De modo que ayer inauguró la nueva legislatur­a y presentó un ambicioso programa de gobierno, dirigido a esos electores empobrecid­os de Wigan,

Doncaster y Warrington de cuya existencia ni siquiera se había percatado hasta hace poco (en Gran Bretaña los ricos y pobres son como barcos que avanzan en la oscuridad sin tocarse nunca), por los que de repente ha sentido un flechazo: Brexit, inversión en la sanidad pública, más médicos, más enfermeras, más policías, ley y orden, sentencias más severas, nuevas medidas contra el espionaje y el terrorismo. Pan y circo.

En cambio, el primer ministro no tardó en dar marcha atrás a la promesa que de una manera más rápida y directa podría haber mejorado el nivel de vida de todos esos ingleEurop­a ses y galeses a quienes la depresión ha empujado a los brazos de Boris y el Brexit, y, en un giro de ciento ochenta grados, reveló que la subida del salario mínimo a unos doce euros la hora “dependerá de como vaya la economía”. En otro golpe a los trabajador­es –este ya previsto–, eliminó de la ley para la Salida de (que hoy será aprobada en primera instancia por la Cámara de los Comunes) la equiparaci­ón de los derechos laborales a los de la UE, para que los empresario­s del Reino Unido puedan “flexibiliz­ar el empleo” sin ningún tipo de cortapisas.

A pesar de que la economía juguetea desde hace un año con la recesión, y su crecimient­o y productivi­dad figuran entre los más bajos de toda Europa, Johnson siguió seduciendo sin escrúpulos a estos amantes que le ha robado al Labour, prometiend­o que dentro de una década, y gracias a la salida de la UE, el Reino Unido será una tierra de vino y rosas, un nuevo Jerusalén con adoquines de oro en las calles, donde el problema de la asistencia a los ancianos estará resuelto, los hospitales serán de primera categoría y sin colas de espera, no habrá delincuenc­ia, el internet de banda ancha llegará a todos los rincones, la economía será productiva y los sueldos espectacul­ares, gracias a los fabulosos acuerdos comerciale­s que, una vez rotas las cadenas que lo ataban a Bruselas, el país suscribirá con los

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WPA POOL / GETTY La reina de Inglaterra entrando ayer al palacio de Westminste­r para la inauguraci­ón de la legislatur­a en la que desveló el programa de los conservado­res

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