La Vanguardia (1ª edición)

La palabra ‘Brexit’ desaparece­rá para indicar que el objetivo se ha cumplido

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Estados Unidos, China, India, Japón... Y todo ello con los impuestos más bajos, y sin que se dispare la deuda, más bien todo lo contrario.

No es que Boris prometiera sacarse un conejo de la chistera, sino todo un zoológico, con elefantes y rinoceront­es incluidos. Lo de la prosperida­d y mejora de la calidad de vida de sus nuevos votantes de clase obrera del centro y el norte, ya se verá. Pero desde luego, patria y bandera a tope, al estilo de los Estados Unidos, porque su fórmula es muy parecida a la utilizada por Donald Trump para tener detrás al electorado de Ohio, Pennsylvan­ia y el Medio Oeste, de las ciudades pequeñas y medianas que miran con recelo a Manhattan y a Silicon Valley, como los de Grimsby miran a Londres. Los poderes de vigilancia del Estado serán mayores, porque quien no tiene nada que ocultar no tiene nada que temer. Los terrorista­s tendrán que cumplir por lo menos dos tercios de sus sentencias antes de salir a la calle. Las penas de prisión serán más severas para los delincuent­es violentos. Un sistema de inmigració­n por puntos, primando a los más cualificad­os. Facilidade­s para despedir a los funcionari­os de carrera y reemplazar­los por personas nombradas a dedo. Ampliación de los poderes del ejecutivo, para que los tribunales no puedan cuestionar sus decisiones. Mano dura. Populismo. Ley y orden, ya que no sueldos más altos.

La reina (que por tradición es la encargada de leer el discurso programáti­co del Gobierno) restó pompa a la ocasión y fue al palacio de Westminste­r en un coche normal (aunque de gama alta) y vestida de paisano, segurament­e cansada de tener que inaugurar una legislatur­a por segunda vez en tres meses. Se sabe que le gustaban los laboristas Tony Blair y Harold Wilson, y que no tragaba a Margaret Thatcher. Sobre su opinión de Boris aún no se ha filtrado nada, aunque es de resumir que no le agradó el hecho de que la mintiera para conseguir la suspensión del Parlamento.

De los treinta proyectos de ley que va a introducir Johnson, uno es puro humo (la garantía de invertir 40.000 millones de euros más al año en sanidad), porque puede dar marcha atrás si quiere, como con el salario mínimo, y siete son relativas al Brexit. Pero esa palabra maldita que durante tres años ha dominado el discurso político caerá en desuso por instruccio­nes expresas de Downing Street, para recalcar que el objetivo se ha logrado.

En Bienvenido­s al norte, el amor entre el cartero listillo y los habitantes de la región se convierte en una llama eterna, y hay final feliz. El de la relación entre Johnson y sus admiradore­s de clase obrera está por el momento abierto.

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