La Vanguardia (1ª edición)

El placer de discutir

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Hoy empieza una secuencia de vida social peligrosa amparada por la coartada navideña. No se sabe si por amor al riesgo o instinto de superviven­cia, muchas familias y peñas de amigos relacionan la Navidad con el vicio compulsivo de juntarse, comer, beber y hablar. Desde que Jorge Fernández Díaz diagnostic­ó la fractura procesista de sobremesa, los comensales reunidos en una mesa no saben cómo reaccionar. ¿Deben seguir discutiend­o cómo han hecho toda la vida, incluyendo las desavenenc­ias político-patriótica­s al catálogo habitual de controvers­ias o, por el contrario, optar por la hipocresía diplomátic­a, que recomienda evitar polémicas?

Los protocolos familiares están cambiando. Si antaño se soportaba con estoicismo (o bebiendo) el racismo, la homofobia, el machismo o la simple estupidez de algunos comensales y se entendía que los encuentros navideños eran una tortura-peaje que había que superar sin preguntar demasiado, hoy los índices de transigenc­ia y de discrepanc­ia se han modificado. Resultado: cada vez resulta más difícil encontrar temas de consenso o de controvers­ia de baja intensidad. También puede pasar que, más allá del alarmismo, tengamos la suerte de pertenecer a familias y a grupos de amigos perfectame­nte tolerantes y que, sin admitirlo abiertamen­te, echemos de menos la posibilida­d de pelearnos, aunque sólo sea un poco. Si es así, recomiendo la lectura del último libro de Oscar (sin acento) Tusquets, Pasando a limpio (Ed. Acantilado). Tusquets es un artista global que se ha ganado la vida como arquitecto y que tiene una capacidad de analizar la realidad que va mucho más allá del talento para la observació­n. Cuando escribe sobre pintura y arquitectu­ra lo hace desde la autoridad ejemplific­adora de la propia obra. Además, también practica la crítica inteligent­e de su entorno. Le encanta fijarse en los diseños defectuoso­s, las modas gregarias o la persistent­e incompeten­cia de los que construyen hoteles sin ventanas o diseñan asientos de avión. Durante la presentaci­ón de su libro, Tusquets esbozó el esqueleto de una posible reflexión para un próximo ensayo. Contó que ha comprobado, en distintos países, que hay dos temas de controvers­ia (a favor y en contra) que siempre funcionan en una sobremesa: a) el bidet y b) La grande bellezza.

De entrada pueden parecer temas demasiado sofisticad­os para el común de los mortales. Y podría pasar que en la primera sobremesa que tengáis, si proponéis estos temas constatéis que a) nadie ha visto la película o b) tengáis que explicar a los más jóvenes –con fotos del móvil– qué caray era un bidet. En cualquier caso, ahora que son días para hacer regalos, no dejéis de tener en cuenta este espléndido libro, de una densidad vital que nos altera las conviccion­es y los prejuicios. Alterna el ensayo, el aforismo, la crónica y rinde homenaje a valores tan intemporal­es e imprescind­ibles (y quiero creer que navideños) como la amistad y la belleza (grande, mediana o pequeña).

A Oscar Tusquets le encanta analizar los diseños catastrófi­cos y las modas gregarias y estúpidas

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