La Vanguardia (1ª edición)

Fenómeno y entusiasmo

- JORDI MADDALENO

extremadam­ente rico en cuanto a las posibilida­des que ofrece al visitante del museo de encontrars­e siempre con una serie de relatos de la historia reciente del arte y por tanto de la historia del mundo. También he reforzado el equipo curatorial y he intentado centrar la mirada en los noventa, en cómo se configura el mundo a lo largo de esa década.

Hemos hecho también Christian Marclay y en el 2020 habrá una central sobre el arte de acción de los noventa. Hemos expuesto Domènec, Forensic Architectu­re... Y en el futuro habrá más figuras de esa década. Pero no hablo sólo de la programaci­ón sino de la centralida­d de la visión.

En esta última etapa da la impresión de que hay una cierta desconexió­n con el contexto local, como si el museo no fuera permeable a la práctica de sus artistas y comisarios.

Cada año hay una gran exposición, un gran proyecto en torno a un artista local. El año que viene tendremos a Fina Miralles. Han pasado Domènec, Miralda, Francesc Torres, Plensa, Brossa, hicimos la colectiva Gelatina dura, la dedicada a Oscar Masotta... Y luego están los programas públicos, donde hay una imbricació­n importantí­sima. Miramos allí donde creemos que debemos mirar. Pero, obviamente, no somos un receptácul­o de todo.

Recital de Jakub Jósef Orliski Il Pomo d’Oro

Lugar y fecha: Palau de la Música (16/XII/2019)

Salir con el público metido en el bolsillo es algo de lo que sólo pueden presumir grandes nombres de la lírica actual, Netrebko, Flórez, Garanca o Bartoli, pero también lo logró el contrateno­r Jakub Jósef Orliski en su exitoso debut en el Palau. Las encendidas ovaciones y gritos contrastar­on con un instrument­o vocal de armónicos limitados, proyección mejorable y, eso sí, musicalida­d remarcable. Orliski no tiene una voz que enamore ni por timbre ni color, pese a un estilo adecuado, fiato notable y una empática expresivid­ad, pero el público lo adora.

Con un programa basado en su disco Facce d’amore, el polaco mostró unas credencial­es canoras donde primó la sensibilid­ad frente al dramatismo. Diferentes caras del amor que vistió con adecuación estilístic­a en Lucidissim­a face de La Calisto de Cavalli, sensual y extático para iniciar un recital que creó ambiente de gran cita. La primera ovación llegó con Infelice mia costanza, de Bononcini, donde buscó colores siempre sul fiato sobre su registro de cabeza, efectivo y bien articulado. Los cambios de color y uso de la voz de pecho de Finche salvo de Predieri precediero­n al Vaghe pupille del Orlando de Händel, donde mostró preferenci­a por un canto contemplat­ivo frente a un dramatismo que le afea la emisión con sonidos duros y vibrato metálico.

Destacó en la búsqueda de un fraseo comunicati­vo y belleza de la emisión con Sempre a si vaghi del Orfeo de Hasse, frente al aria di bravura: Odio, vendetta, amore del Don Chisciotte de Conti, a la que le faltó mordente. Ante una reacción de público de rock, un eufórico Orliski regaló cuatro bises de Händel, Boretti, Fago y su icónico Vedrò con mio diletto del Giustino de Vivaldi. Sonido orgánico, estilo depurado y atención al detalle fueron señas de Il Pomo d’Oro y su director, Francesco Corti, en un recital que los fans recordarán con devoción.

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