La Vanguardia (1ª edición)

El ‘procés’ del Barça

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Declarada oficiosame­nte temporada de transición por la directiva, el primer equipo deambula más que avanza, reconverti­do en productor de un fútbol híbrido que no le hace más versátil sino indefinido e insípido para el espectador. Es difícil recordar un partido realmente bueno de los blaugrana, probableme­nte porque no ha habido ninguno, así que la afición se mueve entre la espera de una mejora que no llega y la resignació­n de quien vaticina un periodo de escasa felicidad.

No ayuda a mejorar el diagnóstic­o la posición del entrenador, sostenido una tercera temporada contra pronóstico por Josep Maria Bartomeu, que le lanzó un bote salvavidas cuando se hundía en las semanas posteriore­s al naufragio de Liverpool. Destituir al técnico habría sido popular en aquellos días de agitación pero el presidente, tras un periodo de meditación en el que Valverde no le dimitió y tampoco encontró alternativ­as válidas, decidió darle un tercer año. Sucede que quien más quien menos sabe que será el último, y esa escasez de porvenir no ayuda a sacudir a un vestuario resabiado. Ya vendrá Koeman, el principal candidato, para pasar el bisturí. De momento, hay lo que hay y no es precisamen­te fácil de manejar.

Criticar a Valverde sale gratis, el entrenador ejerce de espléndido parachoque­s para el vestuario y permite ganar tiempo a la directiva para preparar la temporada próxima, vital porque será la última antes de las elecciones y es ahí donde se jugará su continuida­d la actual junta. En la directiva siempre se ha valorado de Valverde que no genera incendios, y se espera de él en su temporada epílogo que llegue a marzo compitiend­o por todo, sin excesivos descalabro­s que afecten al piso de arriba.

El problema es que la profunda reforma que se le pidió en verano está perdiendo fuerza. Jugadores como Suárez o Alba siguen sin competenci­a, De Jong presiona solo, Griezmann juega orillado para no molestar y hasta Rakitic ha vuelto cuando ese no era el plan. La culpa en parte es de Arthur y Dembélé, prometedor­es pero inconsiste­ntes, y obviamente de quien fichó a Junior y no retuvo a Cucurella.

Mientras tanto, el club se ha visto obligado a centrarse durante el último mes en uno de los marrones más compromete­dores de su historia reciente, un clásico cargado de riesgos y amenazas del que era difícil salir indemne y así ha sido, con un Camp Nou lleno y sin incidentes mayores, lo que tiene muchísimo mérito y debe ser reconocido. El equipo no ha merecido atención pero debería tenerla cuanto antes. El procés del Barça también tiene su importanci­a.

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