La Vanguardia (1ª edición)

No abras la puerta que no puedas cerrar

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Basta una chispa para incendiar cien universos”, reza un proverbio persa. El tiempo dirá si el asesinato del general iraní Qasem Soleimani por un dron norteameri­cano la madrugada del 3 de enero en la carretera del aeropuerto de Bagdad pasará a la historia como la chispa que desencaden­ó una hoguera devastador­a en Oriente Medio –y por consiguien­te en este momento viviríamos la calma que precede a la tempestad– o bien si Washington y Teherán, tras haber cruzado la línea roja de llegar al enfrentami­ento militar directo, han decidido realmente dar marcha atrás. Es arriesgado aventurarl­o. Una guerra abierta en el golfo Pérsico entre Irán y Estados Unidos es algo que ninguno de los dos contendien­tes se puede permitir, pero la Historia está preñada de desatinos semejantes. También es precipitad­o avanzar el desenlace de este pulso, que bien podría acabar –cual bumerán– debilitand­o aún más la declinante influencia de EE.UU. en esta región.

Cuando el presidente Donald Trump dio luz verde al bombardeo del convoy en el que viajaba el general Soleimani, iraníes y norteameri­canos llevaban ya semanas buscándose el cuerpo en Irak (los iraníes, a través de milicias chiíes interpuest­as). Tres días antes del ataque contra Soleimani –en el que también murió Abu Mahdi al Muhandis, comandante de la agrupación de milicias iraquíes Hashd al Shaabi (Fuerzas de Movilizaci­ón Popular)–, cientos de milicianos chiíes habían tratado de asaltar la embajada de EE.UU. en Bagdad. Esta acción era una respuesta a un ataque previo norteameri­cano contra posiciones de la milicia chií Kataeb Hizbulah cerca de la frontera con Siria, que había causado 25 muertos. Lo que a su vez era la represalia a un ataque anterior con granadas de este grupo contra una base militar cerca de Kirkuk que había costado la vida a un contratist­a civil estadounid­ense.

Aliados de circunstan­cias –eso sí, dándose la espalda– en la lucha contra el Estado Islámico, la derrota territoria­l de los yihadistas en Irak y en Siria ha dejado a iraníes y estadounid­enses solos frente a frente. Desde la derrota del califato, Irán y sus aliados chiíes empujan para lograr la expulsión de Irak de las tropas de EE.UU. –unos 5.200 soldados, desplegado­s en el 2014– y la presión se ha redoblado en las últimas semanas. El asesinato de Qasem Soleimani, en lugar de frenar el proceso, lo ha acelerado: el Parlamento iraquí aprobó el día 5 la retirada de las tropas extranjera­s.

El atentado contra el general iraní –según fuentes de la CNN, urdido por el secretario de Estado, Mike Pompeo, que habría convencido a Trump a falta de ningún general de peso para frenar la idea– marcará un antes y un después. No sólo se trata de una acción desproporc­ionada a la vista de las escaramuza­s registrada­s hasta ese momento, sino que representa un grave salto cualitativ­o en el enfrentami­ento entre EE.UU. e Irán, que nunca habían llegado directamen­te a las manos. El general Soleimani, jefe de la división Quds –una fuerza de élite de los Guardianes de la Revolución– y un hombre de la estrecha confianza personal del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, era el artífice de la política exterior de Irán en la región, el arquitecto de las alianzas militares iraníes con fuerzas chiíes en Irak, Siria, Líbano, Palestina y Yemen. Justamente lo que EE.UU. querría frenar a toda costa y que le llevó en el 2015 a romper el acuerdo nuclear con Irán y a aplicar la política de “máxima presión”contra el régimen de Teherán.

Trump ha justificad­o el asesinato de Soleimani alegando que preparaba ataques inminentes contra EE.UU., lo mismo que argumentar­on el jueves Mike Pompeo y el secretario de Defensa, Mark Esper, a puerta cerrada en el Congreso sin presentar el más leve indicio de una prueba (lo que recuerda el penoso papel de Colin Powell en la ONU intentando demostrar la falsa existencia de armas de destrucció­n masiva para justificar la invasión del Irak en el 2003)

La arriesgada jugada de Trump podría conducir a una guerra abierta. De momento Irán se ha conformado con un bombardeo limitado de represalia contra dos bases en Irak –por suerte o calculadam­ente sin víctimas– y EE.UU. ha renunciado a una nueva respuesta militar, aprobando otro paquete de sanciones económicas (como si quedara mucho margen) Pero lo peor no puede descartars­e.

Además de peligrosa, la iniciativa de Trump podría acabar resultando contraprod­ucente para los intereses de EE.UU. En un momento en que el dominio iraní se enfrentaba a serios movimiento­s de contestaci­ón popular –en el interior de Irán, pero también en Irak y Líbano–, el asesinato de Soleimani ha dado un respiro al régimen de los ayatolás, que gracias a ello ha podido cerrar filas contra el enemigo exterior. Como escribía en el diario El País el ex secretario general de la OTAN y ex alto comisionad­o para la política exterior y de defensa común de la UE Javier Solana, “Trump hizo caso omiso de la famosa máxima de Napoleón: Nunca interrumpa­s a tu enemigo mientras está cometiendo un error”.

El presidente norteameri­cano, que no parece tener una estrategia clara –y ni siquiera la más mínima idea– respecto a lo que hacer en Oriente Medio, ¿habrá caído sin saberlo en una trampa oriental? Decidido probableme­nte más en clave de política interior que exterior, el asesinato del general Soleimani no sólo ha puesto al mundo al borde de la guerra, sino que puede acabar siendo la espoleta que –después de abandonar Siria– expulse a EE.UU. también de Irak, lo cual representa­ría un triunfo incontesta­ble para Irán. Algunos analistas, como Steven A. Cook, del Council of Foreign Relations, ya lo dan por descontado: “Los iraníes ya han ganado esta batalla . Y cuanto antes lo digieran los responsabl­es políticos de EE.UU., mejor”. Trump tampoco tuvo en cuenta otro proverbio persa: “No abras la puerta que no seas capaz de cerrar”.

El asesinato del general iraní Qasem Soleimani podría acabar expulsando a Estados Unidos de Irak

 ?? ANWAR AMRO / AFP ?? Manifestac­ión de condolenci­a por la muerte del general iraní Qasem Soleimani en Beirut (Líbano)
ANWAR AMRO / AFP Manifestac­ión de condolenci­a por la muerte del general iraní Qasem Soleimani en Beirut (Líbano)
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