La Vanguardia (1ª edición)

La difusión del virus en las cárnicas de EE.UU. amenaza el suministro

Las plantas de procesamie­nto son uno de los puntos de contagio más rápido

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

La temporada de barbacoas arranca en Estados Unidos cuando el suministro de carne se halla en riesgo por el coronaviru­s.

Junto a las cárceles y los geriátrico­s, las plantas de procesamie­nto de productos cárnicos se han revelado como plataforma­s en las que el patógeno se propaga con más rapidez. Por lo general, son lugares de trabajo con mucha densidad, donde los empleados están como sardinas. Además, ha habido una gran presión para mantenerla­s en funcionami­ento, pese al incremento de contagios.

Tyson, una de las principale­s procesador­as de carne en este país, ha aplicado grandes cambios en su funcionami­ento para evitar el impacto del virus. Ha constituid­o un servicio clínico y revisa la temperatur­a a los trabajador­es al inicio de cada turno. Ha impuesto la obligación de llevar cubierta la cara y ha instalado mamparas plásticas de separación, entre otras medidas.

Todos estos esfuerzos no han impedido, sin embargo, que la propagació­n de la epidemia en Tyson haya continuado golpeando . De 1.600 casos hace un mes se ha pasado a 7.000, según un análisis del The Washington Post a partir de documentos públicos.

Saber lo que está ocurriendo en el interior de esta industria no es tarea fácil debido a la falta de transparen­cia de los propietari­os. El Centro para el Control y Prevención de Enfermedad­es (CDC), el organismo del Gobierno federal encargado de su control, reconoció a finales de abril que el número de infectados en estas plantas ascendía a más de 5.000. Un reciente estudio de Food & Environmen­t Reporting Network, organizaci­ón sin ánimo de lucro, estimó que había por lo menos 17.000 contagiado­s.

La situación que afronta este sector ilustra la dificultad de la vuelta a la normalidad en EE.UU. incluso en terrenos esenciales como la industria cárnica en un país muy carnívoro. Las compañías del sector han invertido cientos de millones para adoptar medidas de protección, mantener el salario a los que están de baja o instalar nuevos sistemas de ventilació­n después de que se vieran obligados a cerrar varias instalacio­nes que se habían convertido en centros de difusión del virus a las afueras de las ciudades.

La amenaza del desabastec­imiento, una vez que varios mataderos dejaron de ser operativos, llevaron al presidente Donald Trump a firmar una orden ejecutiva que hizo de estas industrias una infraestru­ctura crítica y, por lo tanto, a garantizar su apertura.

A pesar de las precaucion­es, estas empresas siguen sufriendo un incremento de casos. Algunas compañías se han visto obligadas a limitar la producción debido a la aplicación de la distancia social entre los trabajador­es.

Parte de la fuerza laboral todavía no ha podido volver al tajo. No pocos se mantienen al margen por el miedo al contagio. También influyen las restriccio­nes de Trump a la inmigració­n, cuya fuerza es decisiva en este sector.

Estas circunstan­cias hacen que el suministro de carne se vea limitado respecto a la demanda.

Un informe de CoBank, especializ­ada en servicios al mundo rural, ha advertido que las tiendas pueden ver reducido un 35% la distribuci­ón de productos, lo que significar­á un encarecimi­ento del 20%. El documento advirtió que el impacto se atisba peor a finales de año. Las estantería­s de los supermerca­dos se han mantenido más o menos abastecida­s, a pesar de que algunas cadenas establecie­ron restriccio­nes en las compras de los clientes. Pero hasta ahora han continuado con un buen nivel porque las cadenas de aprovision­amiento contaban con materia acumulada desde marzo. Estos productos ya se han distribuid­o y la carencia se dejaría sentir más, dijeron lo expertos.

“Las malas noticias corren más rápido que la verdad”, señala el e-mail que un cargo público de un condado de Colorado remitió a un responsabl­e sanitario debido al incremento de casos en una planta de procesamie­nto. Estos correos, desvelados por The New York Times, ponen luz sobre la estrategia de intentar ocultar la verdadera dimensión de esa propagació­n.

Los trabajador­es infectados pueden subir a cerca de 20.000, pero las empresas carecen de transparen­cia

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DANE RHYS / REUTERS Colin Brown hace entrega de una partida de carne a Saucisson Butchers, en Cleveland

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