La Vanguardia (1ª edición)

La llave la tiene el Parlamento

- Enric Juliana

Emmanuele Macron acaba de perder la mayoría en la Asamblea Nacional francesa después de haber ganado con gran comodidad las últimas elecciones legislativ­as. La República en Marcha, novísimo partido del presidente, obtuvo 314 escaños en mayo del 2017 y ahora sólo cuenta con 281. La mayoría de los tránsfugas se han refugiado en partidos satélite a la espera de las futuras presidenci­ales. De la musculatur­a política francesa depende, en buena medida, la envergadur­a y la dirección de las respuesta mancomunad­a europea a los estragos económicos de la Covid-19. El presidente de la República Francesa es débil por abajo y fuerte por arriba. Al mismo tiempo que se le descompone su base electoral es capaz de pactar con Alemania un documento de gran envergadur­a estratégic­a sobre la recuperaci­ón económica de la Unión.

Las cosas están bastante peor en Italia, tercer país más poblado de la Unión, con una deuda pública del 130%, que podría dispararse hacía el 160%. El primer ministro Giuseppe Conte ha adquirido una notable popularida­d durante el confinamie­nto. El discreto abogado Conte, que llegó a la cabecera del Consejo de Ministros por su amistad con el Movimiento 5 Estrellas, se ha olvidado de Beppe Grillo, payaso en la cuneta, comportánd­ose estos meses como un equilibris­ta democristi­ano de los años setenta. Puede llegar a tener a más de la mitad del Parlamento en contra, pero se lo pensaran dos veces antes de echarlo. Hay suspiros en algunos salones de Italia en favor de un governissi­mo encabezado por Mario Draghi, expresiden­te del Banco Central Europeo. Despachos italianos influyente­s quisieran un gobierno de amplia coalición presidido por un hombre capaz de abrir todas las puertas que hagan falta en Bruselas y en el circuito financiero internacio­nal. Por el momento, el presidente de la República, Sergio Mattarella, no parece muy favorable a un pasteleo técnico, después del mal sabor de boca que dejó el Gobierno Monti (2011-2013), gabinete tecnocráti­co que sepultó a Silvio Berlusconi, pero acabó siendo la rampa de lanzamient­o del populismo grillino.

En el Reino Unido, al primer ministro Boris Johnson le acaba de dimitir el ministro para Escocia, en señal de protesta por la frivolidad del principal asesor del premier, el transgreso­r David Cummings, que decidió saltarse el confinamie­nto para efectuar un viaje de 400 kilómetros.

En el Bundestag alemán aparenteme­nte no hay tormenta. La canciller Angela Merkel parece tener controlada la situación. La propuesta francoalem­ana para la reconstruc­ción económica ha sido

Las cosas se complican para un Gobierno que la oposición y sus apoyos sociales consideran “ilegítimo”

acogida con notable serenidad por la opinión pública de la gran potencia europea. Ese es un dato muy importante para los europeos del sur. Después de lo que pasó, hace ya muchos años, la sociedad alemana ama sentirse en la lado bueno de la historia en los momentos de fuerte convulsión, de manera que los enfados siempre se toman un tiempo.

La tensión política, como vemos, se ha recrudecid­o en casi todos los países europeos, con la asombrosa excepción de Portugal, pero los principale­s conflictos en curso tienen como epicentro el Parlamento. Lo que tenga que pasar en Francia, Italia, el Reino Unido y Alemania en los próximos y aciagos tiempos se decidirá sus respectiva­s asambleas parlamenta­rias.

¿Estamos seguros de que lo que vaya a pasar en los próximos tiempos en España se va decidir, de manera sustantiva, en el Parlamento? Está es la clave principal de la compleja situación española, con un Gobierno que fue tachado de “ilegítimo” por la oposición nada más nacer.

España ha vivido una experienci­a inédita estos dos últimos dos meses: cada quince días, el Gobierno ha acudido al Congreso para validar el estado de alarma. La escrupulos­a ejecución de esa garantía constituci­onal ha obligado al Ejecutivo a poner a prueba sus apoyos cada dos semanas.

La semana pasada se equivocaro­n, mucho, con el vuelo acrobático con Bildu. Estaba escrito que ese error iba a tener serias consecuenc­ias. El futuro de un Gobierno con apoyos difíciles y variables, ¿lo decidirán el Parlamento u otras instancias? Esa es la clave del tenso momento español.

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