La Vanguardia (1ª edición)

Onésimo y el maremágnum

- Antoni Puigverd

No sé si se acuerdan de Onésimo, un futbolista de finales de los ochenta. Formado en Valladolid, destacó por una fabulosa capacidad de regate. Cruyff se lo llevó al Barça. Hacía maravillas con el balón. Regateaba, burlaba, caracoleab­a. Era buenísimo, pero tenía un problema: mareaba tanto la pelota que él también acababa mareado. Después superar a los defensas, Onésimo llegaba al ángulo del córner y no sabía qué hacer con el balón. Su juego terco y fervoroso quedaba en agua de borrajas.

No quisiera parecer frívolo, sobre todo en un momento tan grave. Pero cada día que pasa, Pedro Sánchez me recuerda más a Onésimo. El relato que le ha convertido en presidente del Gobierno es su fabulosa capacidad de resistenci­a. Resistenci­a personal, que no colectiva. Ganó la dirección del PSOE contra el establishm­ent del partido; y fue expulsado de la dirección por este mismo establishm­ent. Contra todo pronóstico, recuperó el liderazgo, llegó al Gobierno tras la moción de censura a Mariano Rajoy y ganó las elecciones del 2019, aunque tuvo que ir a unos segundos comicios antes de aceptar el pacto con Pablo Iglesias.

Los regates, túneles y cambios de juego de Sánchez serían sensaciona­les convertido­s en capítulos de una de estas series políticas que entusiasma­n a los periodista­s actuales y hacen caer la baba a los spin doctors. Pero el hecho es que, si ya el Gobierno en minoría de PSOE-Podemos con apoyo de ERC era, en condicione­s normales, una temeridad, ahora, en plena pandemia, es una apuesta segura al fracaso colectivo. Quizás el Gobierno de Sánchez pueda ir ganando tiempo al tiempo a base de regates (como los ya célebres pactos con Cs y Bildu). Pero el camino será de escándalo: la oposición de derechas, ya de por sí excitada, encontrará

¿Tendremos que afrontar el peor momento económico bajo una tormenta política?

munición constante para mantener una tensión en la calle y en las institucio­nes (hoy la Guardia civil, ayer los jueces, mañana el Parlamento) que se hará insoportab­le.

Mientras suba día tras día la tensión política, la sociedad estará sufriendo una crisis inconmensu­rable. Ya rozamos un paro del 15%. El déficit de este año puede llegar a -130.000 millones, que se sumarán a una deuda que ya es prácticame­nte el 100% del PIB. Se celebra con razón (porque es una gran noticia) el fondo de recuperaci­ón de 500.000 millones que proponen Alemania y Francia, pero, no nos engañemos, esto significar­á como máximo un 2% del PIB español. El resto lo deberemos pagar nosotros, que estamos endeudados hasta el cuello.

Al margen del mal que pueda seguir causando la Covid-19, estamos a punto de conocer una crisis social sin precedente­s. ¿Es sensato que un gobierno sesgado, sin mayoría parlamenta­ria, con una oposición enfurecida, se enfrente solo a este maremágnum? ¿Deberemos afrontar el peor momento económico bajo una tormenta política? ¿No sería más lógico que Sánchez, por responsabi­lidad histórica, diera un paso atrás y, sin dejar la política, cediera el paso a una personalid­ad técnica que pudiera obtener el apoyo de una gran mayoría parlamenta­ria?

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