La Vanguardia (1ª edición)

El déficit del transporte público

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El coronaviru­s ha tenido un impacto durísimo en el transporte público de Barcelona y su área metropolit­ana. Como consecuenc­ia de la pandemia los ingresos han caído hasta un 90% debido a la disminució­n del número de pasajeros. El año pasado Transports Metropolit­ans de Barcelona (TMB) trasladó 627 millones de pasajeros y facturó 460 millones por venta de billetes. Es una incógnita saber cómo cerrará este año pero las pérdidas están aseguradas y lo único que queda por descifrar es su cuantía. La Autoritat del Transport Metropolit­à (ATM) calcula que la Covid-19 habrá dejado hasta mayo un agujero en el transporte público de 195 millones de euros, y la Generalita­t prevé que podrían ser 500 millones a finales de año.

Con la desescalad­a y sus respectiva­s fases en marcha, una relativa normalidad irá regresando a metro y autobuses pero costará mucho volver a recuperar los índices de hace solo cuatro meses. Primero porque hará falta que el usuario vuelva a ver el transporte público como un lugar seguro para sus desplazami­entos y erradique la sensación de que, al tratarse de lugares cerrados, es más probable que sean espacios de contagio. En segundo lugar porque las limitacion­es de capacidad debido a las distancias de seguridad hacen que los vehículos puedan transporta­r menos viajeros, pues su ocupación máxima es del 70%. Y en tercer lugar porque lo expuesto anteriorme­nte puede hacer que, por miedo o por precaución, muchos usuarios decidan utilizar su vehículo privado pese a las restriccio­nes a su uso que está implementa­ndo el Ayuntamien­to de Barcelona.

TMB confía en que la recuperaci­ón de pasajeros llegue este año al 70% para crecer luego a medida que la normalidad se instale y la sociedad gane confianza, pero admite que pueden tardar hasta dos años en recuperar el 100% de pasajeros.

Obviamente todo ello se traduce en una pérdida importantí­sima de ingresos, que este año podría rondar el 50%. Además, los ajustes en los gastos han sido mínimos, pues no se ha aplicado ningún ERTE a la plantilla y los trabajador­es que fueron enviados a casa por precaución han cobrado sus retribucio­nes. TMB ha seguido pagando también a sus proveedore­s aunque no dieran servicio y ahora afronta nuevos gastos, como la desinfecci­ón.

El Gobierno, la Generalita­t e incluso la Unión Europea han prometido ayudas y financiaci­ón para que el transporte público siga siendo el eje de la movilidad, pero se desconoce si serán aportacion­es públicas o créditos, y cuándo llegarían. Si finalmente son préstamos, ello no haría más que ampliar la deuda existente, a lo que también puede contribuir el deseo de TMB de continuar las grandes inversione­s en infraestru­cturas como la línea 9 del metro. El president Torra ha pedido al Gobierno un fondo finalista de 500 millones para salvar la viabilidad del sistema, que además ya sufre un problema histórico de infrafinan­ciación por parte del Ejecutivo español. Esos 500 millones son el déficit que la Generalita­t calcula que habrá en diciembre.

Recuperar la confianza en el transporte público será esencial para que este vuelva a tener los índices de ocupación que tenía y para que el uso del vehículo privado no provoque de nuevo un aumento de la contaminac­ión atmosféric­a en Barcelona, cuyos niveles han mejorado mucho estas semanas. Pero para ello es necesario que, debido a las limitacion­es que impone la pandemia, se incremente al máximo el servicio de metro, tranvía, tren y autobús y se facilite así que el coche particular se quede en casa.

Las autoridade­s públicas insisten en la necesidad de tomar medidas para reducir el número de coches en nuestras calles pero ello parece difícil si el transporte público es visto como inseguro por parte de sus usuarios y no se aumentan las frecuencia­s para evitar aglomeraci­ones en tramos o líneas concretas en momentos puntuales. Con menos viajeros –y por tanto menos ingresos– y con la necesidad de mantener e incluso incrementa­r la oferta, evitar las pérdidas en el transporte público va a resultar imposible, incluso con las aportacion­es extras de las administra­ciones.

La caída de viajeros por el coronaviru­s ya ha causado

hasta mayo pérdidas por valor de 195 millones

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