La Vanguardia (1ª edición)

“ Estas semanas lo único que ha hecho, señor Casado, ha sido posar; compite con Díaz Ayuso en posados”

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mos al riesgo que para la democracia española supone el giro del PP parecían una doctrina coordinada.

La ofensiva por tierra, mar y aire contra Marlaska había obligado a modificar las preguntas del orden del día para hablar del cese de Diego Pérez de los Cobos y de la dimisión de Ceña. Pero la operación se torció para el PP, y no fue de forma accidental. Mentar al padre del vicepresid­ente Iglesias no fue un pronto en el fragor del debate. La portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, desdibujad­a en las últimas fechas como número dos del PP –Casado eligió a la moderada Ana Pastor para la importante comisión de reconstruc­ción–, hizo un visible esfuerzo por recobrar su protagonis­mo y lo logró con una ofensiva ad hominem contra Pablo Iglesias que terminó, en la réplica, disparando una ojiva nuclear: “Usted es el hijo de un terrorista; a esa aristocrac­ia pertenece usted, a la del crimen político”. El puñetazo en la mesa de Álvarez de Toledo ensordeció el resto del pleno, incluso opacó la sesión de control, para alivio del ministro del Interior, y la discusión sobre la prórroga de los ERTE por la que comparecía la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que acudía al pleno por primera vez tras el controvert­ido acuerdo de PSOE y Podemos con EH Bildu.

Delató que el disparo de la portavoz del grupo popular no había sido un arranque, un recurso improvisad­o, el hecho de que, cuando la presidenta de la Cámara ordenó que se suprimiera del diario de sesiones la frase de Álvarez de Toledo, ella protestó –“¿Cómo? ¡No! ¿Por qué?”, dijo antes de que Meritxell Batet desconecta­se su micrófono– esgrimiend­o un recorte de un texto de Iglesias que traía preparado para justificar el epíteto. No consiguió que se incluyese en el diario de sesiones –aunque volvió a la carga al acabar el pleno, según fuentes de la Cámara– ni sacar de sus casillas al vicepresid­ente de Derechos Sociales, que anunció que aconsejarí­a a su padre emprender acciones legales, pero afirmó que la provocació­n no le haría “perder la compostura”. Como reacción, Iglesias se dirigió al presidente del PP –con el que tiene buena sintonía personal por el apoyo que le ofreció durante los meses en que sus hijos prematuros pugnaban por salir adelante–, le recordó que Manuel Fraga había hecho un viaje ideológico desde el franquismo hasta la fundación de un partido democrátic­o y le conminó a no protagoniz­ar un viaje inverso, de la Constituci­ón hasta la derecha ultramonta­na, porque eso tendrá “consecuenc­ias para la democracia”. Era el mantra del PSOE y Unidas Podemos: la proximidad del PP a Vox compromete la democracia. “Pablo, yo sé que tú no eres así”, dijo Iglesias, tuteando al presidente del PP, “que es una estrategia, pero te pido que le des una vuelta y lo consultes con la almohada”. La frase provocó risotadas en los escaños del PP. Pero Pablo Casado no se rió.

Mientras los diputados populares pateaban la decisión de Batet de eliminar el insulto de Cayetana Álvarez de Toledo de las actas, la política real avanzaba lejos del Congreso de los Diputados: Bruselas anunciaba el histórico plan de reconstruc­ción y la CEOE volvía a sentarse en la mesa técnica del Ministerio de Trabajo para negociar con el Gobierno y los sindicatos.

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