Un palacio que ilusiona
En plena fiebre de la moda cinematográfica, se había inaugurado en el Eixample, tal como informa el cartelón, otra sala en Cortes, 599. Cortes se refiere a gran vía Corts Catalanes; el número lo sitúa donde más tarde será levantado el Coliseum.
Todavía no se había construido en la esquina la elegante casa modernista Pia Batlló; Era un solar que durante la Exposició Universal de 1888 fue aprovechado para situar una de las atracciones de éxito: el panorama. La prueba es que había dos, y ambos se centraban en guerras recientes; uno en la plaza Catalunya, que evocaba Waterloo, mientras que el de Corts Catalanes, Plewna.
El nombre con el que se bautizó el nuevo cine, Palacio de la Ilusión, era acertado, pues ambos conceptos reflejaban el propósito de la empresa, a diferencia de otros que escogían unos que parecían trabalenguas o que incluso atemorizaban. La idea estaba bien reflejada sobre todo en la
EDIFICIO EN EL PATIO Apasionante proyecto el de trasladar el hospital Clínic a terrenos de la Escola Industrial. Supondrá otorgarle una dimensión y perfeccionamiento que sin duda merece, por ser una institución de reconocida referencia mundial, pero que será decisiva para afrontar futuros retos. La dimensión que adquiere negociar para hacer realidad este programa tan magno exige sin la menor duda centrarse en lo fachada: afrancesada, clásica, ecléctica, beaux-arts; era un estilo más próximo al diseño de un mueble.
El concepto ilusión era lo que encandilaba, hasta el extremo de que el espectador pudiera llegar a creerse lo proyectado y entrara en aquel mundo o que los personajes salieran a su encuentro; una sensación que Woody Allen evocó con acierto .
El Palacio de la Ilusión fue inaugurado el 17 de febrero de 1901. En aquel entonces, el lugar podía ser considerado como lejano. De ahí que la empresa plantara la propaganda allí donde siempre había público, imagen que recoge la fotografía: en la Rambla y cabe El Siglo, un punto de lo más esencial. No se debería, sin embargo, menospreciar un problema menor, pero que debe ser abordado. Se trata del gran edificio que durante la transición fue construido en un… ¡patio! En este caso no se cometía una incorrección, sino dos: en el patio interior y en un conjunto arquitectónico catalogado. En el momento de decidir o no su aprobación, Salvador Sánchez Terán, gobernador civil pero en este caso en función de ser frecuentado sobre todo por aquellos grandes y populares almacenes. Por si fuera poco, el anuncio que a diario aparecía en la prensa remachaba siempre la información de esta suerte: junto al monumento de Güell.
Esta sala principió ofreciendo atracciones; pese a que eran de lo más variadas, al incluir por ejemplo magia, transmisión de pensamiento o inesperadas y originales ofertas tentadoras, ocurrió que el negocio no consiguió llegar a funcionar como estaba previsto; de ahí que ya al año siguiente tuvo que ser remodelado el interior. La publicidad periodística informaba que se procedía a la reapertura con un local reformado por completo. Se trataba de adaptarlo a la nueva oferta.
Era más parco en anunciar el programa cinematográfico, a diferencia de las actuaciones en vivo, calificadas de variedades. Un par de ejemplos bastará: “Los incomparables ilusionistas físico transformadores y la simpática picoole italiana en sus canzonetas”. O bien: “Sensación colosal de los Becuadros clowns excéntricos musicales.”
Quizá sorprenda, pero lo cierto fue que el cambio agradó más al público, la prueba es que siguió ofreciendo ilusión durante años. Pero en 1913 sobrevino el cierre.
Este salón cinematográfico ofrecía películas y toda suerte de variedades
el presidente del Patronato, comentó: “Es muy raro. Pero si es positivo, adelante”. Oriol Bohigas, cuando era el mandamás en urbanismo, entre estupefacto e indignado confesó que era necesario resolver semejante irregularidad. Ni que decir tiene que este edificio ha cumplido la misión que le fue confiada, y con excelencia, pero ante la transformación que se anuncia es el momento oportuno para corregir esta ilegalidad.