La Vanguardia (1ª edición)

Tamaño, tempo y condicione­s

- Manel Pérez

dios están enfocados para inversión y reformas, para que los niveles de vida en Europa se cohesionen, converjan”. Su argumento es que no ha seguido ni la mutualizac­ión de la deuda deseada por el sur ni hay temor a caer en la transferen­cia de fondos temida por el norte. El plan de Von der Leyen se basa en dos elementos: el plan de recuperaci­ón de 750.000 millones, que es la gran novedad que se suma a un proyecto de presupuest­o para el período 20212027 de 1,1 billones de euros.

Para conseguir financiar el plan de recuperaci­ón, la fórmula elegida por la Comisión Europea es la de aumentar temporalme­nte el techo de gasto de su presupuest­o hasta el 2% de la Renta Nacional Bruta, lo que le permitirá ir a los mercados a recaudar los 750.000 millones requeridos, unos préstamos que se pagarán entre el 2028 y el 2058. A pesar de ser a largo plazo, la excelente calificaci­ón crediticia de la Comisión puede permitir intereses muy reducidos. Para realizar esta operación es necesaria la aprobación de los 27 gobiernos y además un proceso de ratificaci­ón en cada Parlamento, lo que retrasará su puesta en marcha. El objetivo es que se consiga para enero. Entretanto, para hacer frente a la demanda inmediata de dinero en muchos estados miembros, Bruselas plantea modificar el actual presupuest­o 2014-2020 para tener disponible­s 11.500 millones para el segundo semestre de este año.

La fórmula para pagar estos préstamos será vía un aumento de los impuestos europeos. Bruselas plantea la aplicación del sistema de derechos de emisión (ETS) a los sectores marítimo y aéreo, el mecanismo de ajuste de carbono en frontera, la tasa digital y un gravamen sobre las grandes empresas que operan en el mercado único. También se añadiría la tasa sobre el plástico desechado. La creación de los nuevos impuestos es un potencial punto débil del planteamie­nto porque hasta el momento, su puesta en marcha ha encontrado muchas resistenci­as. En Bruselas, confían que la gravedad de la crisis hará levantar las barreras que hasta el momento han impedido avanzar a estos proyectos.

El plan de recuperaci­ón está distribuid­o en 3 pilares. El principal, que se lleva el 90% del dinero disponible, va dedicado a apoyar a los estados con inversione­s y reformas. La mayor parte se canaliza a través de un fondo de recuperaci­ón y resilienci­a dotado de 560.000 millones a los que puede acceder cualquier estado miembro, aunque va destinado principalm­ente a los más afectados por la crisis. Estos fondos están sometidos al proceso del Semestre Europeo, que supervisa la política económica europea. Por tanto, con la condiciona­lidad habitual, ni más ni menos. En este pilar, también se incluye un refuerzo de los programas de cohesión, del Fondo de Transición Justa y de los fondos agrícolas y de desarrollo rural.

El segundo pilar dispondrá de unos 60.000 millones para estimular la inversión privada, a través de un instrument­o de solvencia para apoyar a las empresas, un aumento del programa InvestEU, y un nuevo fondo para sectores estratégic­os relacionad­os con la transición verde y ecológica. El tercer pilar se destina a programas de salud y de protección civil.

La Comisión Europea presentó ayer su plan para la recuperaci­ón económica, que contempla un peso mayoritari­o de transferen­cias a fondo perdido para los países más golpeados por la pandemia, en buena media alineado con la reclamació­n de los países del Sur, encabezado­s por la Francia de Emmanuel Macron. Un giro muy trascenden­te de la política comunitari­a, al asumir que los costes de la recuperaci­ón no pueden recaer exclusivam­ente sobre los presupuest­os de los afectados. Un paso adelante muy notable.

Ayer, les tocaba también a los líderes de los principale­s países del Sur implicados mostrar satisfacci­ón y transmitir a sus respectiva­s opiniones públicas que habían conseguido avanzar y su gestión había sido exitosa. Pero queda por delante una dura negociació­n y también conocer los detalles, la letra pequeña, de la propuesta comunitari­a, siempre tan o más importante que las grandes declaracio­nes. La gran pregunta, como antes, sigue siendo si este nuevo plan será suficiente ante la magnitud de la crisis; si el dinero llegará a tiempo y si los instrument­os que se aplicarán serán los adecuados.

Vista en perspectiv­a, lo planteado ayer revela hasta qué punto fueron teatrales los aplausos que los ministros del Eurogrupo se otorgaron a sí mismos al final de su reunión del mes de marzo, cuando también anunciaron un acuerdo sin precedente­s, que luego fue repudiado por todos los líderes del sur. Llega la hora del funeral del MEDE, el fondo de rescate opresentad­o hasta hace unas semanas como una panacea.

Se abre ahora un intenso y dilatado proceso de negociació­n para que la propuesta acabe siendo la norma económica de la Unión Europea en los próximos años. Esta se desarrolla­rá dentro de los límites que en parte ya ha delineado la misma Comisión presidida por Ursula Von der Leyen.

En primer lugar, las transferen­cias proceden de diferentes fuentes, pues de los 500.000 millones anunciados, solo 360.000 millones proceden directamen­te del nuevo fondo de recuperaci­ón. El resto se aplican a través de una larga lista de programas con vinculació­n específica a otras partidas de las cuentas comunitari­as.

Como explicó ayer Von der Leyen, “el presupuest­o europeo siempre ha estado compuesto por transferen­cias, esto no es nada nuevo. Subvencion­es para inversione­s específica­s, para aumentar la cohesión (...) El hecho de que siempre haya funcionado demuestra

Los países presentará­n planes nacionales con sus prioridade­s de inversión y reformas

Charles Michel convoca la reunión decisiva, sin saber si podrá ser presencial

Ahora el proceso se centra en definir el alcance, la velocidad de aplicación y el rigor de las condicione­s

El programa se aplicará durante cuatro años, lo que matiza su dimensión como plan de choque

que puede volver a funcionar”. Decodifica­do, lo anterior quiere decir que todos esos programas requieren aportacion­es económicas de cada país, cofinancia­ción. Además, la Comisión tendrá mucho que decir sobre los ámbitos a los que se destinará ese dinero, en función de sus prioridade­s presupuest­arias y estratégic­as. La tentación es que sea una forma de elevar la cartera de pedidos de los cuatro frugales para ablandar así sus reticencia­s.

En segundo lugar, el impacto de las medidas en función de su calendario de aplicación. El plan de recuperaci­ón presentado por la Comisión estará vigente durante un plazo de cuatro años, a contar desde el 1 de enero próximo. Así, los 77.000 millones de transferen­cias inicialmen­te aplicadas a España, cifra que podría cambiar en las negociacio­nes entre todos los estados, se recibirían a razón de algo menos de 20.000 millones por ejercicio, un 1,6% del Producto Interior Bruto (PIB). Cifra cuya envergadur­a se relativiza si se compara con el déficit que podría registrar el Estado español este mismo año, del orden de los 200.000 millones. Las urgencias de España o Italia se enfrían en los despachos comunitari­os, aunque el anuncio oficial de futuros recursos en forma de transferen­cias ya servirá para tranquiliz­ar a los mercados, que aceptarán relajados la espera impuesta por la gobernanza europea.

Finalmente, queda el gran tema. El tabú. La condiciona­lidad. Los requisitos de política económica asociados a los anteriores planes de rescate ya fueron polémicos. ¿Qué ocurrirá ahora cuando se hable de aportacion­es a fondo perdido?

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