Desenterrado el viejo puerto
Un nuevo estudio documenta y localiza las antiguas zonas portuarias de la ciudad de Barcelona durante la época medieval
La relación de Barcelona con el mar es estrecha desde su fundación aunque todavía hay mucha historia por descubrir sobre los cambios de su frente litoral. Un reciente estudio aporta nuevos datos de la evolución marítima de la ciudad y ha permitido localizar las zonas portuarias que los barcos habrían utilizado para fondear cerca de la capital catalana durante la época medieval.
Las investigaciones apuntan a que estas áreas estaban protegidas del oleaje por barras de arena formadas naturalmente, conocidas como tascas en la edad media, hasta que se construyeron las estructuras portuarias en los siglos XV y XVI. Por el momento, el límite estudiado abarca la parte del Besòs y esta zona portuaria en la época medieval se extendería desde la Via Laietana –a la altura del edificio Correos– hasta la antigua riera de Horta, la actual rambla Prim, trazando una línea de costa aproximadamente alrededor de lo que hoy en día es la calle Pere IV. Concretamente, se han identificado dos grandes áreas para los barcos, una más cercana a Barcelona, en el barrio de la Ribera, y otra más lejana, en el Poblenou. El estudio señala que estas áreas protegidas habrían sido suficientemente profundas, entre cinco y siete metros bajo el nivel del mar, para anclar las antiguas embarcaciones al menos durante siete u ocho siglos, entre la antigüedad tardía y la baja edad media. Los resultados se han extraído a partir del análisis de los sedimentos encontrados en sondeos geológicos e intervenciones arqueológicas.
“La tradición historiográfica había comentado que Barcelona en la época medieval tenía un frente litoral muy abierto al mar y ninguna zona estrictamente portuaria. Sin embargo, hemos podido documentar su configuración y confirmar que sí que existían unas zonas portuarias más resguardadas de la fuerza del mar”, apunta Santiago Riera, profesor del departamento de prehistoria y arqueología de la Universitat de Barcelona (UB), uno de los autores del estudio junto a Carme Miró, arqueóloga responsable del Pla Barcino del Servei Municipal d’Arqueologia del Ayuntamiento de Barcelona, y Ramon Julià, profesor del departamento de prehistoria y arqueología de la UB. “Barcelona desde su fundación ha sido una ciudad marítima y un enclave comercial potente. Era un sinsentido que en esta época no hubiera un puerto, aunque no fuera uno al uso construido, sí que existían unas zonas portuarias”, destaca Miró.
¿Y cómo era este frente litoral de la ciudad en aquel periodo? El Besòs y la dinámica marina generaron unas zonas resguardadas al depositar el río sus arenas que el oleaje no podía lanzarlas directamente al mar por lo que acabaron formándose unas barreras areniscas. Estaban más o menos paralelas a la costa y aproximadamente a un kilómetro de distancia.
Al final, el propio río Besòs acabó con estas áreas portuarias a lo largo del siglo XV. “Hay una aportación de sedimentos tan brutal del Besòs que estropea la zona de fondeo a una velocidad sorprendente, en unos 50 o 70 años. Lo que le había dado el Besòs a Barcelona, el río se lo quita”, comenta Riera. Precisamente, en el área noreste de la ciudad se realizaron los primeros intentos de construcción de rompeolas en el siglo XV y en esta zona se levantó un espigón a finales del siglo XVI. El estudio, publicado recientemente en la revista Rodis, especializada en arqueología medieval, se enmarca en los proyectos Pla Barcino y PaleoBarcino. El puerto medieval de Barcelona deja de ser menos desconocido.
El área portuaria en la edad media se extendería desde la actual Via Laietana hasta la rambla Prim