La energía y su sombra
HXAVIER GRAU (1951-2020)
Pintor a fallecido, en esta extraña primavera, uno de los pintores contemporáneos más relevantes. Xavier Grau cumplió 69 años hace pocas semanas y su trayectoria artística ya alcanzaba el medio siglo. El pintor barcelonés ha sido una figura admirada y respetada como artista ya desde sus primeras exposiciones en los años setenta del siglo XX, y me consta que también ha sido una persona respetada y querida por quienes le trataron con asiduidad. Pues toda esa complejidad e incluso esa oscuridad que podía tener o sentir, la guardaba para sí y para expresarla en sus abstractas, herméticas, sugestivas y a veces turbulentas y laberínticas pinturas. En cambio, en las relaciones personales cotidianas predominaba la generosidad y la sencillez.
Desde hace años, al contemplar sus pinturas y dibujos, con frecuencia espléndidos, me resultaba difícil entender que no fuese todavía un artista más reconocido a nivel internacional. Mientras que gran parte de la pintura más promocionada en los años ochenta (por ejemplo, la mayor parte de las “transvanguardias” italianas) a algunos nos pareció caducada muy poco después –y ya casi desde su ruidosa aparición-, creo que la pintura de Grau es originalmente verdadera y por ello no tiene fecha de caducidad.
La última vez que conversé con Xavier Grau fue en una inauguración en la galería N2, donde exponía Ricardo Nomdedeu. Entendí que estaba pasando una mala racha, como otros artistas de nuestro país después de la crisis del 2007-2008, y que procuraba no poner mala cara a los tiempos muy duros. Grau tuvo además un accidente de tráfico que le afectó al brazo y le impidió pintar durante muchos meses. Pero finalmente se lo ha llevado un cáncer rápido.
Aunque había expuesto ya en 1971, Xavier Grau se dio a conocer sobre todo a partir de una exposición colectiva programática, celebrada en la galería Maeght de Barcelona en 1976: “Broto, Grau, Rubio, Tena. Per una crítica de la pintura”. El contexto artístico del momento era, efectivamente, muy crítico y autocrítico, con influencias estructuralistas. El expresionismo abstracto y los planteamientos del movimiento Supports-surfaces (Soportes-superficies) eran los principales puntos de partida estéticos y conceptuales del nuevo grupo Trama. Yo entonces tenía veinte años y hacía cine experimental, de modo que el programa de ese grupo me pareció un movimiento inteligente de los nuevos pintores que no querían ser menos radicales que otros artistas con medios alternativos, en tiempos de auge del arte conceptual, el arte povera, el vídeo o el land art. Grau y sus compañeros de grupo significaban un replanteamiento de la pintura, pero empleando los medios pictóricos. Desde entonces, el pintor barcelonés ha atravesado sucesivas fases y ha desarrollado un lenguaje personal. Ante algunas de sus pinturas más intensas uno se podía quedar fascinado, pero también sin palabras. Grau se ceñía al lenguaje de la pintura y no daba pistas figurativas ni literarias. Había muerte, sombra, fragmentación y desorden, y también color, energía, movimiento y entusiasmo. Pero no había anécdotas.
Grau recibió el apoyo de buena parte de la crítica (Victoria Combalía, Juan Manuel Bonet, Enrique Juncosa, Ricard Mas, etcétera) y de galeristas con presencia internacional: en sus inicios
Maeght y desde 1983 Miguel Marcos. Los principales museos catalanes y españoles, en cambio, han sido demasiado lentos de reflejos. Si se ofrece una muestra retrospectiva, esta ya será póstuma. Creo que el valor de su obra se podría comprender si esta se pudiese mostrar como parte de un conjunto y de una secuencia histórica bien trazada. La línea en que se puede entender mejor la obra de Grau es aquella en que se encuentran las obras de Roberto Matta y de Philip Guston. Espacios con objetos no identificables, laberintos quizá oníricos, pero nunca con ese componente literario que tenía buena parte del surrealismo pictórico.