La Vanguardia (1ª edición)

“¡Amo a los hombres!: estoy casada con uno y tengo hijos con otros dos”

- XAVI AYÉN

Camilla Läckberg (Fjällbacka, 1974) es la nueva gallina de los huevos de oro de la industria editorial sueca, tras los desapareci­dos Stieg Larsson y Henning Mankell. También economista y empresaria, la avalan más de 23 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Su nueva obra, Mujeres que no perdonan (Planeta/Àmsterdam) no pertenece a ninguna de sus dos series, la clásica de Erica Falck y Patrik Hedström o la recién iniciada de Faye. Es una historia independie­nte que habla de mujeres maltratada­s por sus maridos, en muy diversas situacione­s, y que deciden tomarse la justicia por su mano.

¿Es cierto que los suecos no están en cuarentena? Vaya envidia…

Es verdad que no hemos tenido ningún confinamie­nto. Nuestro Gobierno ha optado por confiar en que la población protegería a las personas mayores y a los otros grupos en riesgo. Se nos pidió que mantuviéra­mos la distancia social, que era importante lavarse las manos y usar desinfecta­nte y que no podíamos estar en grupos de 50 personas o más. Me siento muy agradecida de que hayamos podido mantener abiertas las escuelas, las tiendas y los restaurant­es. Ha sido una bendición ver a la sociedad sueca unirse y tratar de encontrar una nueva normalidad mientras cumplía con las regulacion­es.

¿Qué pretendió en este libro? Quería escribir sobre la amistad y la solidarida­d femeninas, pero no de una manera dulce y agradable, sino desafiante y perturbado­ra, rompiendo las normas. ¡Poder para las chicas! pero en una versión más adulta y peligrosa.

Sus personajes son sicarias sin sueldo, una especie de oenegé del asesinato. “No matamos hombres, liberamos mujeres”, dicen. ¿Fundamenta­lismo feminista? ¡Amo a los hombres! Créame: estoy casada con uno y he tenido hijos con él y con otros dos. Esto no va de odiar a los hombres. Admito que los personajes llevan la cosa un poco lejos, pero lo hice para reflejar las estructura­s sociales que tenemos, donde los hombres pueden hacer lo que quieran y las mujeres obedecen mansamente. Quiero mostrar lo que hay detrás de estas estructura­s y, en la ficción, llevarlo al extremo resulta revelador.

¿Cómo describirí­a a Ingrid, Victoria y Birgitta?

Son mujeres fuertes, inteligent­es e independie­ntes, al principio, pero tras un tiempo con sus respectivo­s esposos, se les arrebatan estas cualidades. Y deciden recuperar el control de sus vidas y los años perdidos.

Sus mujeres maltratada­s proceden de todas las clases sociales. ¿Qué cambia entre las ricas y las pobres?

La violencia es la misma, no distingue la clase social ni el color de la piel. Esto es algo horrible que los hombres hacen a las mujeres sin importar el tamaño de su billetera.

Destruye usted el mito de Suecia como paraíso social…

Ja ja ja. ¡Le pido disculpas! Sin embargo, creo que ha pasado ya bastante tiempo desde que realmente lo fuimos… aunque todavía es un país maravillos­o para vivir.

Ese Estocolmo glamuroso que describe, de las fiestas en los barcos, ¿qué realidad esconde? Como otras capitales europeas, Estocolmo contiene su dosis de partes oscuras. Su belleza natural contrasta con el sombrío inframundo en las aguas de la ciudad, un escenario agradecido para una novela negra.

¿Qué le preocupa más de Suecia? ¿Sube el racismo?

Como en el resto de Europa, vemos ascender a un movimiento de extrema derecha, y eso me preocupa. Hay que esperar y ver qué tipo de consecuenc­ias se derivarán de la pandemia y el desplome de la economía, pero tengo grandes esperanzas en los niños de hoy, que son los hombres del futuro. Están creciendo más tolerantes y globalizad­os que nunca.

El premio Nobel de Literatura se suspendió a raíz de un escándalo que incluía muchas acusacione­s de abusos sexuales y finalmente hasta condenas por violación. ¿Cómo es posible eso en la Academia Sueca?

En realidad, seguí este caso muy de cerca para mi libro. Estaba muy enojada, ya que se trata de una institució­n cultural muy antigua, con una gran reputación y un impacto enorme en el modo en que se percibe la literatura en todo el mundo. Esto solo demuestra que estos problemas se pueden encontrar en todas partes, independie­ntemente de la situación social, la clase, la cultura o el dinero.

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