La Vanguardia (1ª edición)

Cuando el abrazo es un escudo

- Sergi Pàmies

Solo lleva cuatro días en las librerías y Un fuerte abrazo (Ed. Plaza & Janés), de Sandro Rosell, ya es un éxito editorial. Es la versión en primera persona de uno de los grandes escándalos del sistema judicial español y un prodigio de eficacia promociona­l. El libro ofrece una visión de la vida penitencia­ría no desde la tradición de la sordidez lumpen sino desde el estatus de potentado, con los privilegio­s y servidumbr­es que eso conlleva. La finalidad de la publicació­n es contribuir a corregir el abismo de oportunida­des de los que no se pueden permitir una cobertura legal mínimament­e digna donando todos los beneficios de la venta al padre Paulino, gran personaje secundario de esta historia.

Concebido más como libro de experienci­a y denuncia que como crónica periodísti­ca, se centra en el calvario vivido por su autor. La injusticia sufrida por Rosell y su entorno (amigos, socios, familiares) determina la identifica­ción del lector, que va acumulando argumentos a favor de un desenlace confirmado por la absolución de unos cargos que siguen resultando incomprens­ibles. Y el relato, con estructura de dietario, también define una manera de actuar en la que la devoción familiar, los códigos de lealtad y la gestión mercadotéc­nica del ego están por encima de la racionalid­ad.

Rosell destila una sinceridad selectiva y, como los concursant­es veteranos de reality shows, parte del principio del yosoy-así-si-te-gusta-bien-y-sino-también. Es un modo de evitar cualquier tentación autocrític­a y de relativiza­r los propios errores con una indulgenci­a casi cínica. Ejemplo: admitir que te has equivocado con un periodista pero no excusarte por las barbaridad­es y calumnias que hacías circular desde tu incontinen­cia frívola o paranoica. Y al repasar el fichaje de Neymar, no aporta matices retrospect­ivos, quizá porque la lógica del perpetuo “conmigo o contra mí” no admite signos de debilidad.

La franqueza desinhibid­a propulsa la lectura y no es solo (subrayo el solo )la consecuenc­ia de un estilo coloquial sino de una voluntad táctica. De entrada, una voluntad de denuncia, de jugar al ataque y no conformars­e con el pacto de una falsa culpabilid­ad o el silencio de una posible complicida­d. Rosell tiene tanta razón que se recrea en explotarla y eso le lleva a contorsion­es opinables, como postularse como una víctima más del contexto de persecució­n política contra Catalunya. Tampoco disimula el método que ya le conocíamos: elogiar enfáticame­nte a los suyos (en la elección de interlocut­ores para promociona­r la dimensión solidaria del libro han intervenid­o tanto la amistad como el interés) y sugerir, con alardes retóricos, que los que no comulgan con su manera de hacer (o de ser) a la fuerza tienen que ser sospechoso­s. Eso, sin embargo, no devalúa para nada la carga documental del relato sobre la atrocidad vivida y el esfuerzo de una familia por no ser devorados por el laberinto del abuso de poder. Un relato que, fugazmente, recupera al Rosell poco protocolar­io de aquel documental FC Barcelona Confidenti­al sobre la primera junta de Joan Laporta: “Nos van a dar por el saco... No podemos ir con el lirio en la mano”, decía Rosell con fatalista retintín. Ahora el cándido lirio se ha transforma­do en un látigo implacable. Y nos recuerda que los fuertes abrazos son un gesto idóneo para expresar afectos auténticos pero también un modo de evitar que el que estás abrazando te apuñale.

Horarios vuelta de la Liga

Rosell ha transforma­do el cándido “lirio en la mano” de antaño en un látigo implacable

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PLAZA & JANÉS Sandro Rosell, el pasado jueves durante la presentaci­ón de su libro
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