La Vanguardia (1ª edición)

“Sois unos débiles”

Trump reclama mano dura a los gobernador­es para disolver las protestas

- BEATRIZ NAVARRO

La voz de Donald Trump cautivó ayer la atención de Estados Unidos. No fue sin embargo con el mensaje de unidad que algunos querrían que pronunciar­a desde el despacho oval para tratar de calmar los ánimos del país, estremecid­o tras una semana de protestas pacíficas jalonadas por episodios de violencia y saqueos. A Trump se le pudo oír ayer alto y claro pero hablando al teléfono con los gobernador­es de los 50 estados de EE.UU., a los que insultó con la misma pasión con la que les pidió no andarse con chiquitas con los manifestan­tes.

“Tenéis que imponeros porque si no os van a pasar por encima y vais a parecer una banda de gilipollas. Tenéis que detener y procesar a la gente”. Si no paráis esto “todo va a ir a peor”. “Lo van a conseguir si sois débiles y la mayoría de vosotros sois unos débiles”, “unos tontos”, gritó, por momentos muy alterado, el líder norteameri­cano de acuerdo con la grabación de la llamada.

No está claro dónde ha pasado las últimas noches el presidente. Sólo ahora se ha sabido que el viernes por la noche, sorprendid­os por la virulencia de las protestas, los servicios secretos lo llevaron al búnker de la Casa Blanca, algo que en general solo se hace en caso de alerta terrorista alta. Trump tuiteó a la mañana siguiente que siguió de cerca “cada movimiento” de los manifestan­tes, la policía y los servicios secretos. Recalcó que no podía haberse sentido “más seguro”. Lo que no se sabía es que desde donde lo siguió todo fue desde el fortificad­o subterráne­o de la Casa Blanca.

El domingo, diferentes marchas de protesta volvieron a recorrer Washington desde primera hora del día. Al caer la noche, el ambiente pacífico de las concentrac­iones y vigilias dio paso a algunos choques entre manifestan­tes y la policía, lo que llevó a la alcaldesa de la ciudad a decretar el toque de queda. La Casa Blanca apagó excepciona­lmente la iluminació­n exterior, una estampa que propició no pocas metáforas sobre la ausencia de liderazgo en el país en un momento como este.

Cuando se acercaban las once de la noche, la policía pasó a la acción para intentar expulsar a los manifestan­tes del adyacente parque de Lafayette a empujones y con gases lacrimógen­os. La situación se descontrol­ó rápidament­e, según testigos presencial­es. En medio de la confusión, los alborotado­res tomaron el mando de la primera línea de la protesta. Y fuera de ella.

Comenzaron a lanzar piedras, bengalas, bombonas de gas y hasta patinetes al otro lado de la barricada, donde los agentes respondier­on

El presidente: “Tenéis que imponeros, si no vais a parecer una banda de gilipollas”

Los servicios secretos llevaron al mandatario al búnker de la Casa Blanca el viernes

con más dureza que en días anteriores, golpeando con bates a los manifestan­tes, que salieron corriendo por las calles. Quemaron coches y destrozaro­n las fachadas de varios edificios. Lejos del centro, donde la policía estaba concentrad­a, se sucedieron actos de pillaje.

Si Trump hubiera mirado por la ventana, habría visto varias columnas de humo saliendo de los alrededore­s de la Casa Blanca. El sótano de la iglesia de Saint John, lugar de culto de washington­ianos y presidente­s de EE.UU. desde 1815, fue presa de las llamas aunque el incendio, iniciado en el sótano, pudo sofocarse a tiempo. Ardió también la primera planta de la sede de la Federación de Trabajador­es de EE.UU. (AFL-CIO) que respondió que “el movimiento obrero es más importante que un edificio y las vidas de los negros importan”.

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MARTHA ASENCIO-RHINE / AP Un grupo de niños, puño en alto, saluda una manifestac­ión en Tampa, Florida

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